Aunque las prohibiciones sin una base educativa podrían generar cierta controversia, la noción de que los celulares son perjudiciales para la salud de los niños ya estaría bastante asentada en la sociedad. Por lo tanto, en este caso, comenzar con la prohibición antes que con la concientización se entendería como una medida justificada. Ahora bien, ¿cuál tendría que ser la discusión de fondo? La misma quizás debiera darse a partir de la pregunta que nos planteamos en GradualGuide:
“¿Es lógico, prudente y sensato que un niño posea un Smartphone?”
El uso de los Smartphones por parte de los niños en los colegios es un tema de creciente preocupación. Así como ya sabemos por qué no se venden alcohol o cigarrillos en los colegios, porque no es bueno para los niños consumir éstas sustancias en ningún lugar, también deberíamos entender por qué los Smartphones no deberían estar nunca en las manos de los niños. Ni en el colegio, ni en la casa, ni en el auto, ni en un bar, ni en una sala de espera, y menos aún en el dormitorio.
El tema de fondo entonces sería: el daño que puede causar un Smartphone en un niño. Según muchos especialistas en salud pública y pediatría, los Smartphones no deberían estar en manos de niños antes de los 14, 15 o 16 años y los niños no deberían tener cuentas en redes sociales por lo menos antes de los 16 años.
Además, deberíamos los adultos considerar el daño de la exposición indirecta a pantallas, cuando los niños están cerca de dispositivos electrónicos sin interactuar directamente con ellos.
La concientización debería enfocarse en enseñar por qué los Smartphones son perjudiciales para los niños, de manera similar a cómo comprendemos los peligros del alcohol o el cigarrillo. Al igual que se ha trabajado durante años en educar sobre los efectos negativos de estas sustancias, es necesario desarrollar una comprensión similar respecto a los Smartphones.
Debiéramos ver a la prohibición como parte de un enfoque más amplio que busca informar, educar y proteger a los niños, y no como una simple imposición.
De esta manera, no permitir el uso de los celulares en los colegios no sería una mera restricción, sino una medida de salud pública para fomentar la libertad de los niños al protegerlos de posibles daños. Los colegios, en este sentido, deberían ser espacios libres de celulares, al igual que lo son de alcohol, humo y violencia.
Lo que se espera después de esta medida prohibitiva, es un esfuerzo sostenido en la concientización tanto de los niños como de los adultos sobre los riesgos asociados con el uso de estos dispositivos. Se espera que la prohibición forme parte de un enfoque más amplio que busque informar a los adultos, y educar y proteger a los niños.
Entendemos que esta prohibición, después de haber permitido la sociedad que el uso del celular en los niños sea casi un estándar, podría generar una dialéctica infructuosa, desviando el foco de lo verdaderamente importante. Preservar espacios libres de pantallas es una cuestión de libertad y no de prohibición. Parece sólo una sutileza... un detalle... pero es una cuestión de fondo.
En un mundo donde ya se están discutiendo sobre los efectos de las pantallas, incluso aquellas consideradas educativas, no se trata solamente de prohibir, sino de dar un paso hacia la creación de entornos más saludables y libres. Como mencionamos al principio, había que hacer algo, y quizás se empezó por donde se pudo. Pero ahora es momento de profundizar la discusión y avanzar hacia un cambio más significativo.
Los ambientes educativos de los niños podrían sumar un ítem más a sus declaraciones. Y además de ser ambientes libres de alcohol, libres de humo y libres de violencia, ser también ambientes libres de pantallas
Pedidos a la Industria
Vivek H. Murthy, un médico estadounidense y vicealmirante del Cuerpo Comisionado del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos, señala que las pantallas aportan muchas ventajas, por ejemplo: nos conectan y acercan a las personas, nos sentimos parte de algo, son una vía de escape en momentos difíciles, etc. Pero también las siguientes desventajas: incrementan la ansiedad, están relacionadas con conductas autolesivas y trastornos alimenticios, influyen muy negativamente en la autoestima sobre todo en niñas, generan problemas de sueño, activan las comparaciones constantes.
Señala también Murthy que el 95% de los niños de los Estados Unidos de entre 13 y 17 años utiliza las redes sociales. De ese 95% más de un tercio afirma hacerlo de “manera casi constante”.
Muestra cómo los controles actuales sobre el acceso de los menores a las redes sociales no estarían funcionando, por lo que pide medidas inmediatas para proteger a los niños. Murthy le pide a la industria que cuando diseñe sus productos cumpla con lo siguiente: aumentar la transparencia, dar prioridad a la salud mental y dar prioridad a la seguridad.
Si bien las compañías, para cumplir con una regulación federal de los Estados Unidos, ya prohíben que menores de 13 años se registren en sus plataformas. Pero aún así el 40% de los niños entre 8 y 12 años están en las redes sociales. “No tenemos suficiente evidencia para concluir que las redes sociales sean de hecho lo suficientemente seguras para nuestros hijos. Es muy importante que los padres sepan esto”, señala Vivek H. Murthy.
Desde el Observatorio de la Vida Tucumán pusimos hace más de un año a disposición de todos, una herramienta educativa denominada “GradualGuide: Guía de Recomendaciones de Acceso Gradual a la Tecnología”. Actualmente la Honorable Legislatura de Tucumán tiene un Proyecto de Ley Provincial para capacitar a todas las instituciones educativas con esa guía.
Consideramos que concientizar a los padres, a las madres, a los abuelos, a los cuidadores, a los educadores para que retiren los Smartphones de las manos de los niños es una forma de ayudarlos a proteger su libertad, su salud y su bienestar.
Aprender sobre la incorporación gradual de la tecnología es una responsabilidad de todos los adultos. Y como señala en su último libro la Dra. Marian Rojas Estapé, psiquiatra y licenciada en medicina, “habrá que integrar la tecnología sin hacer daño, informándonos mucho para no quedarnos atrás, conociendo los límites, asesorándonos con profesionales y personalizándolo según cada niño, en función de su madurez y como lo gestiona.
Tampoco podemos permitirnos analfabetos digitales. Queremos jóvenes que razonen bien y tengan buena capacidad para conectar con el mundo offline y online. El reto es ir decidiendo cuando introducir con sabiduría y prudencia los dispositivos”.
Ing. Florencia Nucci