Pero hay algunos para quienes las apariciones Marianas son etiquetadas como desalentadoras, lúgubres y, con el paso del tiempo, poco actuales; la realidad es que Nuestra Señora es pregonera de esperanza en tanto y en cuanto, con solicitud Materna, y por Misericordia y condescendencia divina, se acerca a nosotros para advertirnos de los reales peligros de la vida, al mismo tiempo que no deja de animarnos en nuestro peregrinar con la esperanza del cielo, porque una Madre que ama a sus hijitos no sólo alienta, sino también muestra los riesgos que corremos si no hay una sincera conversión.
En este sentido podemos entender todos los mensajes de la Madre con tono y trasfondo Evangélico por ir al corazón de las Sagradas Escrituras. No son mensajes nuevos, sino que vienen a recordarnos lo que Jesús ya nos ha predicado y por eso es una vuelta a la centralidad que tiene la Palabra de Dios.
Ella, en sus múltiples apariciones, nos repite incansablemente la necesidad de volver la mirada una y otra vez a Dios, porque eso es la conversión, la _“metanoia ”_: volver la mente y el corazón a Dios, tener los pensamientos y sentimientos de Cristo, pensar y amar como Él.
Si bien, la aparición de la Virgen en Fátima estaba situada en un contexto histórico concreto, su mensaje hoy sigue siendo actual y vigente , y podemos constatar que en todos los casos en que Ella se hace presente, el mensaje sigue un patrón y un común denominador: oración y penitencia. Ya lo había dicho Jesús : “hay demonios que sólo pueden ser expulsados con ayuno y oración”.
Una de las cosas que más llama la atención de esta aparición, además de los tres secretos que han causado tanto expectación en el mundo entero, es la audacia y pedagogía de la Virgen en mostrar a los pastorcitos una visión del infierno y la urgencia de rezar por la salvación de las almas, lo cual sería insostenible y hasta desesperante si Ella no les hubiese confortado y animado con la dicha de gozar de su presencia y con la gran esperanza del cielo . Con tristeza les muestra las almas que se condenan por no tener quién rece por ellas.
Para muchos contemporáneos esto podría parecer una crueldad tratándose de apenas unos niños con el pretexto de que no hay que infundirles miedo mostrando un Dios que castiga en lugar de mostrar un Dios bueno y misericordioso, cuando en realidad la misericordia divina no se contradice de Su justicia. Y es que en nuestro tiempo se ha perdido la noción de lo que es el pecado y sus profundas consecuencias tanto para adultos como para niños.
Tenemos, en general, la conciencia laxa y dormida y el tema del infierno y el demonio se han convertido en temas “tabú”. La esperanza cristiana no es una especie de paliativo que me deja en un estado de comodidad y relajación respecto a lo que debería ser una comprometida vida de fe; la esperanza cristiana es tener los ojos fijos en el fin que es Dios, en el cielo y la vida eterna, y es creer que es posible alcanzarlo aunque no sea un camino fácil debido a nuestra ineludible necesidad de purificación.
La esperanza da una fortaleza sobrenatural al alma por la cual ese bien, arduo para nosotros, es posible con la ayuda de Dios. No es ausencia de Cruz sino certeza de llegar a la meta pese a las dificultades. Pero es importante tener claridad suficiente en relación al fin, al Objeto de nuestra esperanza que no es ni debe ser otro, sino Dios.
La Virgen les promete a los pastorcitos que irán al cielo, y allí está su esperanza y fortaleza, pero les anuncia que antes tendrán que sufrir y rezar mucho y hacer sacrificios por la conversión de los pecadores.
El mismo Jesús, que predicaba la Buena Nueva, la llegada del Reino, nunca ocultó a sus discípulos las dificultades que tendrían que pasar: “el que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y sígame”. Basta pensar en Su misma vida y en lo que Él, que es el Maestro, tuvo que padecer para abrirnos las puertas del cielo.
Por último, vemos, en todas las apariciones de la Virgen la predilección del Señor por los pobres, los pequeños, los humildes : “Yo te glorifico, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los sencillos”.
La humildad atrae la mirada de Dios, y esta sencillez que tenían los pastorcitos es condición indispensable para acoger el mensaje de salvación.
Dominus Tecum