Características de los hijos apátridas. Parte II

Una luz imprescindible. Influencia educativa del papá en sus hijos

Hace un tiempo tuve un desmayo y comenzaron a estudiarme para determinar las causas. Me detectaron un soplo en una válvula del corazón. Mientras me realizaba los estudios indicados por el médico pensaba que mis hijos eran muy chiquitos para dejarlos solos… y pensaba, qué recuerdo podrían tener de mí como padre, qué le dejaría grabado en sus memorias y en sus corazones, cuál era mi "efecto" como padre en ellos. En esos momentos pensé que no sería mucho y que quizá no recuerden demasiado a su padre por su corta edad, sin embargo recordaba, como expresara Polaino Lorente, que dejamos a los niños un patrimonio vital, patrimonio que resume las vivencias afectivas con sus padres. Pues esto me tranquilizó. Pensar que estaba contribuyendo a ese mundo invisible de su patrimonio vital.

Es por esto que si un padre falta, especialmente si es voluntario, puede ocasionar algunos desordenes afectivos en sus hijos, como hemos visto en entregas anteriores. Veamos algunas de estas características de éstos hijos apátridas.

Primer punto, la comunicación defectuosa.

La importancia que existe en la comunicación padre-hijo es patente. Por medio de ésta un padre, no sólo comunica su afecto y amor, dando seguridad, sino que transmite un código de valores, trasmite una cultura y una tradición, y comunica su modo de ser, su don personal, que es en definitiva, lo más valioso.

El diálogo exige una apertura de la propia intimidad, es decir se debe develar el interior a quien quiero que lo conozca. Pero ante esta ausencia de interlocutor, se imposibilita la apertura libre y decidida, por temor a la reprobación de aquél en que se confía, de aquél que más lo debiera amar, y en quien menos entrada se encuentra.

Exclusión manifiesta, muchas veces inconsciente pero realmente percibida, causada principalmente por la inseguridad ocasionada en la percepción infantil del niño abandonado.

El diálogo defectuoso entre Padre-hijo tendrá efectos nocivos en otras dimensiones también, puesto que el diálogo, además, es de utilidad para la resolución de conflictos y dificultades derivadas de la edad y el desarrollo, los déficits de autoestima, la inexperiencia, temores y dudas, la incomprensión de sí mismos y del mundo, las crisis de valores, las amistades y relaciones con personas del sexo complementario . Temas todos desatendidos por quien no está, ni hace, lo que esperan de él. Esto situará al hijo en una deprivación cognitiva de funestas consecuencias.

En segundo lugar, abulia afectiva por desconocimiento

Este desconocimiento cognitivo y afectivo del padre incapacita su atestiguamiento de la labor paterna, llevando a la falta de compromiso afectivo y ejercicio efectivo de su responsabilidad para con el mundo que le rodea. Es decir, lo mantiene en una inmadurez difícil de saltar.

Refiere Polaino Lorente, “por eso los hijos apátridas se perciben como personas inacabadas, jóvenes desfinalizados, autoconfigurados apenas como permanentes hombres adolescentes que son incapaces de tomar decisiones o adquirir cualquier clase de compromiso” . Esto se conoce como abulia afectiva por desconocimiento.

Proyecto biográfico inacabado

Faltos de referentes a la hora de tomar contacto con los valores, la orientación y su autoconocimiento (puesto que el hijo se conoce por medio del padre y de los pares) caerá en un proyecto biográfico inacabado, donde no existe determinación, compromiso ni definición. No sabe quién es ni dónde debe ir. Todo es manifestación de su misma inmadurez.

Disminuida autoestima

Si no es afirmado en lo que es, es decir, el valor en sí mismo, como veíamos anteriormente, no puede afirmarse sólo. Llevándolo esto a un nivel de madurez afectiva y personal estanco, donde sólo ingresa él y de donde no se puede salir.

Deficitaria educación para amar

En consecuencia, encontrándose “des-afirmado” en su personalidad, vivirá encerrado en sí mismo, fomentando su narcisismo, nacido de su orgullo o autoestima defectuosa, que es lo mismo, y no podrá darse a otro, debido a que no pudo presenciar los modelos eficaces de comportamiento afectivo de la complementariedad paterna, o a través del aprendizaje observacional o vicario, y la imitación, interiorización e identificación con esos comportamientos sociales.

Afectividad y asertividad quedan definitivamente truncadas.

Adicciones y violencia

Como venimos estudiando, la ausencia del padre por sí misma, podría llevar a una gran cantidad de psicopatologías, incluso: el suicidio, los trastornos de conducta y aprendizaje, la hiperactividad, la violencia, la burla sádica, las dificultades para posponer gratificaciones, las adicciones, el fracaso escolar, tempranas y frecuentes experiencias sexuales, trastornos psicopatológicos añadidos a la identidad de género, etc. La conexión entre ausencia del padre y delincuencia, falta de autocontrol y transgresión surge de numerosos trabajos de investigación . En Estados Unidos el 70% de los delincuentes juveniles, de los homicidas menores de 20 años y de los individuos arrestados por violación y otras ofensas sexuales graves crecieron sin padre. (…) Un padre ausente es el mejor predictor de criminalidad en el hijo varón .

En los casos más graves, la ausencia paterna también puede manifestarse en la neurosis del puer aeternus (niño eterno o Peter Pan). Las causas de esta neurosis las encontramos en defectos educativos por parte de la madre y del padre. Son niños que se les ha consentido en todo, deteniendo su crecimiento en una etapa de egocentrismo, donde precisa llamar la atención y depende casi exclusivamente de su madre. Imaginemos a un joven o a un adulto, pero con comportamientos de un niño de cuatro años que busca conseguir la golosina que le gusta. Pueden presentar síntomas psicosomáticos como vómitos, diarreas, cefaleas, etc. y psicopatológicos como insomnio, ansiedad, intolerancia a la frustración, baja autoestima, inseguridad, etc. Presentan también crisis explosivas y desproporcionadas, especialmente contra la madre. Además, pueden ser nerviosos, obstinados y reivindicativos.

Por último, la ausencia afectiva, manifestada en la falta de amor recibido, se traducirá indefectiblemente en la incapacidad de amar del propio hijo. El egoísmo así es transmitido de generación en generación. El niño aprende e imita el egoísmo de su padre, que reflejará como en un espejo, llevándolo a un egoísmo insolidario.

Como vemos son muchas las consecuencias de prescindir del padre a la hora de educar a nuestros hijos…Pensemos en el patrimonio vital que estamos modelando en los corazoncitos de nuestros hijos.

En próximas entregas daremos algunas herramientas para corregir algunas actitudes y ser cada día mejor papá.

Mag. José María Randle

Profesor de Ética y Director de la Licenciatura en Ciencias para la Familia. Universidad Austral (ARG)

Contacto:

IG. @josemariarandle

dejamos a los niños un patrimonio vital

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