Después del 1 de
enero saludé a una persona, le pregunté cómo había comenzado el año y su
respuesta también me sorprendió: lo empecé como lo terminé.
Unos días después
otra persona me dijo, ya lo empezamos mal, dos situaciones familiares tristes
en pocos días la tenía abrumada.
Todo esto me
llevó a pensar en cómo valoramos el tiempo en función de lo bueno o malo que
nos pase y cómo nos desligamos de la responsabilidad de estos hechos
pretendiendo “echarle la culpa” al año, si par- impar, bisiesto o no, si la
luna esto, si Plutón aquello.
Las personas
somos seres biográficos y temporales, es decir, tenemos una historia y somos
finitos, tenemos fin. Estas cualidades nos llevan a necesitar organizar nuestra
vida en el tiempo, minutos, horas, días, meses, años… y según nos sintamos bien
o mal, a este tiempo medido le damos una connotación positiva o negativa: Este
mes fue tremendo, hoy fue un buen día.
Me gustaría que
reflexionemos sobre lo que pensamos como negativo o positivo, bueno o malo. Es
cierto que nos pasan cosas feas, tristes y angustiantes, muchas no tienen
solución y otras son tan duras que nos quitan las fuerzas y la alegría. Esto me
lleva a pensar en la teoría de Viktor Frankl, quien en su libro El hombre en
busca de sentido, hace hincapié en la libertad espiritual acerca de cómo nos
plantamos frente a estas situaciones.
Escribió este libro en un campo de
concentración y veía cómo sus compañeros que tenían una actitud esperanzadora
de la vida o motivos para sobrevivir, sobrevivían y quienes eran más negativos
y les costaba tener esperanza morían pronto.
Pensar en tener
esperanza en medio de la guerra en un campo de concentración, a mi al menos, me
resulta difícil. Pero evidentemente se puede porque él sobrevivió.
Por eso él dice
que el hombre es libre, no con una libertad para hacer lo que yo quiero, sino
para responder a los embates de la vida con esperanza… o no y para preguntarse
qué puedo aprender de esto, qué puedo cambiar, qué debo soltar. Y aquí vuelvo a
nuestra mirada sobre el año pasado, cuando decimos fue un año feo, sería mejor
pensar ¿qué cosas pasaron este año para que pueda ser libre de aprender, de
cambiar, de soltar?
Frente a esta
realidad triste, qué me quiere enseñar la vida… o Dios para los creyentes. Y
ante esto seguramente el balance va a ser positivo, porque con la mirada puesta
en mejorar siempre es más fácil pensar en positivo. Somos seres incompletos, no
acabados y si somos capaces de tomar los dolores de la vida para completarnos
cada día un poco seremos capaces de encontrar felicidad aún en medio de la
noche del dolor.
Y como la otra
cara de la misma moneda, Viktor Frankl habla de la responsabilidad. Libertad
sin responsabilidad es libertinaje. Por eso, cabe preguntarnos, qué
responsabilidad tengo frente a esta situación, qué puedo hacer para que cambie,
y, si no puedo hacer nada, ser responsable de mi postura frente a ella.
Los invita a
mirar cada día con esperanza. Cuando llegamos a la cama hacer un balance de
nuestro día, qué hice bien? Qué hice mal? Qué puedo hacer mejor mañana? Qué
alegría tuve hoy?
Por pequeña que
sea, una mariposa, un saludo cordial, o ganarse la lotería, todos son motivos
de alegría, sólo hace falta tener una mirada contemplativa de la vida.
Lic Luciana Mazzei
Orientadora Familiar