Cristianos a tiempo completo. Por Dominus Tecum

Hay un vacío existencial en el hombre contemporáneo que, por mucho que se esfuerce, nada de este mundo es capaz de saciar.

Una sed y una búsqueda constante le hace experimentar en vano una felicidad superflua que pronto se esfuma y se escapa de las manos dejando nuevos y mayores vacíos porque nuestro corazón ha sido creado “Capax Dei”, es decir, capaz de Dios, y no podrá conformarse con menos y no encontrará reposo hasta encontrarse con Él. “Nos hiciste, Señor, para Tí y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en Tí”, decía San Agustín, que en su búsqueda de la verdad había caído en grandes pecados y desórdenes.

Ahora bien, el ser humano, es un compuesto de alma espiritual y de cuerpo material, y por esto mismo no puede descuidar ninguna de estas dimensiones: no puede caer en un absolutismo respecto del cuerpo ni puede absolutizar el espíritu negando la carne. Somos una unidad y en esta unidad toda nuestra vida debe estar atravesada por una sana espiritualidad que eleve nuestra naturaleza, la ordene y oriente y de respuestas a las mayores aspiraciones de nuestras alma: el deseo de felicidad, de conocer, de amar y de ser amados.

Hoy se ha perdido el sentido de trascendencia, de una mirada de fe que dé valor sobrenatural a nuestras obras, hasta las más pequeñas, y a los acontecimientos del mundo y de la vida cotidiana que nos tocan vivir con la firme esperanza de que Dios, con su providencia, lo gobierna todo y conduce nuestra historia pese al mal; y esto porque se ha ido diluyendo y licuando la fe con las propuestas del mundo. El hombre se plantea cada vez menos cuestiones sobre el sentido de su vida y su meta final, y el plan de Dios y Su voluntad quedan relegados a otro nivel, no entran dentro de las notas importantes a considerar, por el contrario se busca que Dios se ajuste a mis pobres y humanas medidas y proyectos y que encaje en mis criterios, según mi conveniencia, cayendo muchas veces en el relativismo y el racionalismo reinantes y descartando así la posibilidad de una doctrina objetiva que quiere iluminar mi vida con su Verdad completa.

En un tono un poco nostálgico y de tristeza exclama Jesús en el Evangelio: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará fe en la tierra?”. Y es que Jesús tiene que volver y la pregunta es si vivimos en espera, preparados para su llegada. Podríamos preguntarnos entonces: Cuando vuelva Jesús ¿encontrará fe en mi corazón, me encontrará haciendo su voluntad, cumpliendo sus mandamientos, llevando una vida conforme al Evangelio?

Hoy más que nunca, en que parece que gracias a tantos avances y desarrollos nos hemos “independizado” de Dios y ya no Le necesitamos, estamos llamados a redimensionar nuestra existencia desde una fe viva y desde un plano sobrenatural que atraviese toda nuestra vida, nuestra conducta e incluso nuestras actividades, empapando todo de un valor trascendente, eterno. Estamos llamados a ser cristianos no a intervalos, reduciendo la fe a ciertas normas de piedad o actividades, sino a ser cristianos a tiempo completo, impregnando todo nuestro “ser y hacer”, como la “levadura en la masa”. El plano espiritual es indispensable para el desarrollo de toda la persona, somos por naturaleza, seres religiosos. Por eso hoy en día se busca llenar y compensar ese vacío que sólo Dios puede colmar con las diversas prácticas de la new age, poniendo de manifiesto la profunda necesidad que tiene el corazón.

La reforma del hombre, como toda reforma, siempre ha estado en volver una y otra vez a la fuente, a la tradición: una sana vida interior, una vida sacramental y de oración, la fidelidad a la doctrina y las enseñanzas de la Iglesia y una lectura sobrenatural de lo que acontece a nuestro alrededor, en nuestra vida y en la historia, confiando en los designios divinos que todo lo permite y dispone para el bien de los que Le aman. Se trata, en definitiva, de un encuentro personal con Dios en Cristo, de vivir conscientes de Su presencia viva en medio nuestro y entre nosotros, y de estar unidos a Él donde quiera que estemos y lo que sea que hagamos. En esto consiste una sana espiritualidad que realza el sabor a lo más cotidiano.

Dominus Tecum

Nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en ti

Cristianos a tiempo completo. Por Dominus Tecum

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