El dolor también nos hace ser especiales.
Cada segundo que pasa en el que Inglaterra continúa usurpando nuestras tierras sufrimos una injusticia. La nación entera, incluso en sus antepasados y en los que vendrán, sufre el robo y la humillación de que su territorio no esté completo, y que sus ciudadanos no puedan circular libremente por él.
El robo y la humillación de que el mar continental y el suelo dentro de él, estén limitados y expropiados por una potencia tan lejana geográficamente, como injusta históricamente con nosotros.
Sabemos de injusticia, pero también sabemos lo que significa tener héroes . Sabemos lo que significa que 649 argentinos entregaran su vida por amor a la patria. ¡¿Cómo no amarte Argentina?!
En esta semana santa vimos al Rey del Universo despojado de sus vestiduras, burlado y humillado por el poder político de su momento, que por omisión permitió la injusticia y la tortura hasta la muerte de quien era inocente, y también vimos cómo el odio y la ambición humana, son capaces de dar muerte, para cumplir con fines de dominio y poder, que veían amenazados.
Todos sabían que era una injusticia y, como si estuviesen coordinados por una sola fuerza centrífuga del mal, la llevaron adelante hasta el final, sin escrúpulos.
Malvinas nos da el privilegio de unir nuestra nación con la injusticia vivida por Cristo, tal cual, fuimos despojados y burlados hasta darnos muerte. Y providencialmente aún podemos unirla en el calendario.
¿Qué es Malvinas para Argentina? No es sólo un pedazo de suelo. Malvinas es la moral de Argentina . Malvinas es el Espíritu que debería guiar a la nación. Es una reserva espiritual que marca el sendero claro de las próximas generaciones.
Malvinas es la audacia y la disciplina de una operación que raya la perfección, estudiada en el mundo entero, por la cual se recuperaron las islas sin derramar sangre de ningún inglés, bajo el nombre de la Virgen del Rosario, y en donde entregó su vida el Capitán Giachino el 2 de Abril de 1982.
Malvinas es la picardía y el aliento de los sapucay que embravecían las tropas en los momentos más difíciles.
Malvinas es la generosidad de los que enviaban chocolates, abrigo alimento desde el suelo Argentino y de todos los que se ofrecían como voluntarios , aún sin saber empuñar un arma.
Malvinas es el llanto esperanzado y sereno de las novias y las esposas a la espera de su ser amado, y es el rezo de las madres y abuelos por su descendencia.
Malvinas es la fortaleza y paciencia de los pilotos rasantes al mar y de los que repelían las flotas marinas de las potencias mundiales, las que se vieron obligadas a ocultar sus bajas porque no quisieron admitir los logros de los pájaros de guerra argentinos, invisibles y audaces.
Malvinas son los capellanes celebrando misa en medio de los bombardeos, que nos enseñaron la primacía de Dios y la confianza de niños en su providencia , aun cuando todo parece, humanamente, imposible, y Malvinas son los rosarios enterrados en la pista de despegue de la aviación para que la Virgen la cuide de sus enemigos. Malvinas es el Rosario rezado para enfrentar con dignidad la muerte, de tantos soldados y pilotos de avión, que usaban la metralleta de 50 municiones espirituales que eran los ave María rezados y gritados como última confianza de la vida toda, a la ternura de María.
Malvinas es la entrega y el amor a la patria y ablos amigos de los soldados que libraron mil batallas, con menos tecnología pero con más pasión, tanto por tierra, mar y aire.
Malvinas es el buen humor y la alegría dentro de un pozo de guerra y la amistad vivida entre jóvenes novatos y autoridades experimentadas en el ejército.
Malvinas es David y Goliat luchando en una batalla teológica que no terminó.
Malvinas es mucho más. No dejemos que muera. Y cuando recuperemos el espíritu de Malvinas, habremos recuperado la patria, también en su integridad territorial, cuando Dios lo disponga.
Matías Gordillo
Profesor de Filosofía