Jesús vino para servir
El Papa llegó a la cárcel por la tarde y saludó a las mujeres de la asamblea, antes de colocarse junto al altar dispuesto para la ocasión. Tras leer el Evangelio de la Última Cena de Cristo, tomado del relato de San Juan, Francisco quiso llamar la atención sobre dos momentos particulares. En primer lugar, el lavatorio de los pies que Jesús hace a los discípulos antes de la última cena:
“Jesús se humilla, Jesús con este gesto nos hace comprender lo que había dicho: "No he venido a ser servido, sino a servir". Nos enseña el camino del servicio”.
Luego, Francisco menciona como segundo “triste” episodio, la traición de Judas.
“Judas que no es capaz de amar, y luego el dinero, el egoísmo le llevan a esta cosa fea. Pero Jesús perdona todo. Jesús perdona siempre. Sólo pide que le pidamos perdón”.
Fue un gesto que permitió a Cristo mostrar su amor absoluto. "Jesús perdona todo, perdona siempre", insistió el Papa, "a nosotros nos toca pedir perdón".
En las palabras improvisadas de su homilía, Francisco recordó la anécdota de una mujer anciana que le había dicho: "Jesús no se cansa nunca de perdonar, pero somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón". El Papa reiteró, entonces, su invitación:
“Pidamos hoy al Señor la gracia de no cansarnos. Siempre, todos tenemos pequeños fracasos, grandes fracasos - cada uno tiene su propia historia. Pero el Señor siempre nos espera, con los brazos abiertos, y nunca se cansa de perdonar”.
Al concluir el Papa retomó el tema de la vocación de servicio, justo antes, como anunció él mismo, del rito del lavatorio de los pies que hizo Jesús a sus discípulos:
“Es un gesto que llama la atención sobre la vocación de servicio. Pidamos al Señor que nos haga crecer, a todos, en la vocación de servicio”.
Lavatorio de los pies
Inmediatamente después de la homilía, el Papa procedió a lavar los pies de doce reclusas, de entre 40 y 50 años, de varias nacionalidades diferentes: Italia, Bulgaria, Nigeria, Ucrania, Rusia, Perú, Venezuela y Bosnia. La emoción era evidente en los rostros de las mujeres. A continuación, monseñor Diego Ravelli, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, ofició la misa.
La celebración terminó con unas palabras de agradecimiento de Nadia Fontane, directora del centro. A continuación, se hizo entrega al Papa de una cesta con alimentos elaborados por las mujeres de la cárcel, un rosario con los colores del arco iris y dos estolas confeccionadas por las internas. El Santo Padre regaló también un cuadro de la Virgen María a la cárcel de Rebibbia.