Fue el menor de 22 hijos de José Pironio y Enriqueta Buttazzoni, una pareja de inmigrantes italianos que llegaron a Argentina en 1898. Con tan solo 11 años ingresó al seminario San José de La Plata el 14 de marzo de 1932, donde inició su proceso de formación al sacerdocio.
Muchos lo conocían como el "amigo de Dios", como lo definió el entonces arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio. Para todos fue quien sostuvo y luego realizó las Jornadas mundiales de la juventud, cumpliendo un profundo deseo de Juan Pablo II.
El Papa ha reconocido el milagro atribuido a su intercesión durante la audiencia de hoy, 8 de noviembre, al cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio de las Causas de los Santos, autorizando la promulgación de los Decretos sobre las virtudes heroicas de un sacerdote rogacionista, Giuseppe Marrazzo, y dos fundadoras de Congregaciones religiosas, Eliswa de la Santísima Virgen María Vakayil y Maria Francesca Foresti. Los tres se vuelven venerables.
La fe aprendida de mamá, la capacidad de amar
Entre los participantes en el Concilio Vaticano II como "experto", durante mucho tiempo profesor, luego estrecho colaborador de Wojtyla que lo quiso como presidente del entonces Pontificio Consejo para los Laicos, Pironio, nacido en Nueve de Julio (Argentina) en 1920, ordenado sacerdote en 1943, fue una figura muy querida en su Argentina, en la Curia romana, en el mundo.
También merezco lo que los que lo conocieron definieron la capacidad de hacer que todos se sintieran amados. Un fruto, probablemente, de esa fe que - dijo Juan Pablo II en la homilía de las exequias - el futuro beato había aprendido "sobre las rodillas de su madre". Una fe, pues, "transmitida en dialecto", usando una típica expresión del Papa Francisco.
El recuerdo del arzobispo Bergoglio
Precisamente Jorge Mario Bergoglio, entonces provincial de los jesuitas, conoció personalmente a Pironio como obispo auxiliar de Mar del Plata (1964-1972). El arzobispo de Buenos Aires participó también en el V Encuentro nacional de sacerdotes organizado por la Conferencia episcopal argentina centrado en el testimonio sacerdotal del purpurado, en el décimo aniversariode su desaparición. Y en una entrevista posterior dijo de Pironio: "Cuando hablabas con él siempre te daba la sensación de que se sentía el peor hombre del mundo, el peor pecador. Te abría un panorama de santidad desde su profunda humildad. Te abría horizontes, experimentabas que nunca cerraba las puertas a nadie, incluso a la gente que él sabía que no lo entendía".
El servicio en Curia
Con la "gente", Pironio tuvo que tratar desde siempre en Argentina como docente, rector, vicario. En 1975 fue nombrado pro-prefecto de la Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares. Al año siguiente recibió la púrpura. En 1984 fue nombrado presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, cargo que mantuvo hasta 1996. Años más tarde, él mismo relató sus sentimientos al asumir ese cargo: "En ese momento me parecía, como a muchos, haber sido relegado a un cargo de serie B.
En cambio, descubrí que había sido promovido al estado laical. En efecto, los laicos forman la mayoría del pueblo de Dios". "En este Consejo pontificio - decía - he podido trabajar para que los grandes movimientos eclesiales, que son un verdadero don de Dios y una gracia del Espíritu Santo, puedan integrarse armoniosamente y sentirse acogidos en la vida de las Iglesias locales. Me alegra terminar allí mi servicio a la Iglesia: un trabajo en contacto con los laicos, como cuando comencé mi ministerio hace muchos años".
La idea de las JMJ
Como jefe de dicasterio, desarrolló la idea del Papa de una gran reunión que involucraría a niños y niñas de todo el mundo. Una pequeña idea que se desarrolló con el tiempo hasta convertirse en uno de los eventos más grandes de la Iglesia católica: la Jornada Mundial de la Juventud. El inicio del servicio en la Curia correspondió para Pironio también al descubrimiento de un cáncer de próstata que lo llevó, con no pocos sufrimientos, a la muerte en Roma el 5 de febrero de 1998. El cuerpo fue trasladado a Argentina, al santuario mariano de Luján, en el mismo lugar donde recibió el Bautismo y la ordenación episcopal. El decreto sobre la heroicidad de las virtudes fue promulgado el 18 de febrero de 2022.
El milagro
En cuanto al milagro atribuido a su intercesión, se trata de la curación milagrosa de un niño de un año y medio, Juan Manuel, intoxicado por la inhalación del polvo de porina utilizado por su madre para trabajos de restauración. El niño la había aspirado e ingerido involuntariamente, lo que le había causado un síndrome de angustia respiratoria aguda (SDS). Fue llevado urgentemente al hospital en condiciones "graves", pronto transferido a Cuidados Intensivos. Para los médicos estaba a punto de morir.
Era el 2 de diciembre de 2006 y ese día se celebraba la llamada "Marcha de la Esperanza", iniciativa ideada por Pironio. Para la ocasión el párroco había distribuido un folleto con el testamento espiritual del cardenal. Los padres del pequeño, a partir de ese momento, comenzaron a pedir su intercesión, recitando la oración que figura en el folleto. La madre también había invitado a otras personas a unirse a la solicitud. Dos días después ya se notaron las primeras mejoras. Cinco días después, el niño estaba reactivo, lúcido, con respiración espontánea. El 13 de diciembre fue dado de alta del hospital. Se ha identificado "el nexo causal entre la invocación y la curación rápida, completa y duradera, no explicable científicamente".
El Cardenal Eduardo Pironio, ‘obispo servidor de la Patria Grande’
El Cardenal Pironio es ampliamente reconocido en América Latina y el Caribe como uno de los ‘obispos servidores de la Patria Grande’ Y vinculado a los orígenes del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam).
Óscar Elizalde Prada*
El miércoles 8 de noviembre el Papa Francisco autorizó la promulgación del decreto del Dicasterio de la Causa de los Santos sobre el milagro atribuido a la intercesión del venerable Siervo de Dios Eduardo Francisco Pironio, con lo cual se daría paso a su beatificación.
Se trata de la curación milagrosa de Juan Manuel Franco, quien tenía 15 meses de edad el 1.º de diciembre de 2006 cuando resultó intoxicado por inhalar e ingerir polvo de porina involuntariamente, lo que le había causado un síndrome de angustia respiratoria aguda. El cuadro médico no era alentador: ¡estaba a punto de morir! Pero sus padres oraron con fe junto a otras personas, pidiendo la intercesión del Cardenal Pironio, y a los dos días el niño comenzó a presentar signos de mejoría. El 13 de diciembre fue dado de alta recuperado, identificándose “el nexo causal entre la invocación y la curación rápida, completa y duradera, no explicable científicamente”.
Semblanza
El purpurado argentino nació el 3 de diciembre de 1920 en el distrito bonaerense de Nueve de Julio, y murió de cáncer a la edad de 77 años, el 5 de febrero de 1998, en Roma, si bien sus restos reposan en la Basílica de Nuestra Señora de Luján, Patrona de los argentinos, a quien siempre profesó su profunda devoción.
Semblanza
Su ordenación sacerdotal tuvo lugar en la Basílica de Nuestra Señora de Luján el 5 de diciembre de 1943. Acababa de cumplir 23 años. Su primera eucaristía la celebró el 8 de diciembre –día de la Inmaculada Concepción– en la parroquia de Santo Domingo de Guzmán de la ciudad de Nueve de Julio, donde había sido bautizado.
Comprometido con los pobres
En 1944 fue designado profesor en el Seminario Pío XII. Ya desde ese tiempo despuntaba por su capacidad académica, sus cualidades humanas y su pasión por la teología. “No dudaba en afirmar que la teología, como ciencia de Dios, debía estar abierta cada vez más a todos los cristianos, tuviesen o no investidura religiosa”, como afirma Bartolomé de Vedia, uno de sus biógrafos.
También en sus primeros años de presbítero fue asesor de los Jóvenes de Acción Católica de la diócesis de Mercedes y, más adelante, Asesor Nacional de la Acción Católica Argentina. Se sentía identificado con lo que más adelante se afirmaría en Medellín como “una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desligada de todo poder temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo el hombre y de todos los hombres” (DM, Juventud, 15).
El gran teólogo
Ernesto Fiocchetto lo califica como “un hombre fiel a su hora”, aseverando que “Pironio fue un gran teólogo”, con la particularidad de que “sin ser catedrático de claustro, y aún habiendo dejado los ámbitos de la docencia a medida que la carga pastoral aumentaba, está considerado dentro de los grandes pensadores de la teología de la liberación”.
Asimismo, Juan Carlos Scannone lo ubicó en la denominada corriente de teología desde la praxis pastoral de la Iglesia. “Adopta el lenguaje liberador, pero insiste en sus fundamentos bíblicos y de espiritualidad, sin entrar directamente a reflexionar en los aspectos políticos”.
De su profundo aporte docente, pastoral y teológico da cuenta sus múltiples obras y artículos publicados en diversas revistas, desde sus primeros años de sacerdote y durante toda su vida, amén de su gestión como rector del seminario de Buenos Aires y, posteriormente, como decano de la facultad de teología de la Universidad Católica Argentina.
Padre conciliar y de la Iglesia latinoamericana
Tras su designación como obispo auxiliar de Mar del Plata, en 1964, por el papa Pablo VI, el carisma, el pensamiento y la fuerza espiritual y pastoral de Pironio se expandió a nivel continental y mundial. Participó en las dos sesiones finales del Concilio Vaticano II y luego, como secretario general del Celam, ayudó a forjar la fisionomía de la Iglesia latinoamericana y caribeña del posconcilio.
Desde 1972, siendo obispo de Mar del Plata, confirmó su vocación de obispo ‘servidor de la Patria Grande’, pues por ese tiempo también asumió la Presidencia del Celam y, por tanto, la responsabilidad de llevar adelante la aplicación de las conclusiones de la Conferencia de Medellín con profundo sentido profético y pastoral. “El Celam me enseñó a ser pastor sin fronteras y soy inmensamente feliz de proclamarlo”, confesaría por entonces.
En 1975, un año después de concluir su servicio en el Celam, Pablo VI lo nombró pro-prefecto de la Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares y, desde entonces, se traslada al Vaticano. Venía de un periodo de fuertes tensiones y violencia en su país. Su compromiso radical con la realidad de su pueblo, a pesar de las amenazas que había recibido contra tu vida, lo llevarían a exclamar: “me cuesta mucho dejar mi diócesis y a mi país”.
Pastor de la esperanza
Por aquellos días, aún en medio de la persecución y de la incomprensión de algunos sectores, no dejaba de animar a “caminar siempre en la firmeza inquebrantable de la esperanza”, exhortando al Pueblo de Dios, a todos los bautizados, a que “sean la Iglesia de la Pascua: es decir, la Iglesia que grita una esperanza que nace del corazón de la cruz, se apoya en la solidez del Espíritu y se compromete cada día a ser alma y fermento de la sociedad, luz del mundo y levadura de Dios para la historia”.
Ya en su nuevo servicio en Roma, Pironio marcó la diferencia con un nuevo estilo de liderazgo en la curia romana. Solía decir: “yo no estoy aquí para ser bombero sino para ser arquitecto; yo no vengo a apagar incendios, a resolver problemas, sino a animar”.
Un año después de su llegada a Roma, el Papa Juan Pablo II lo creó cardenal el 24 de mayo de 1976. Fue, de este modo, el primer cardenal latinoamericano en asumir una alta responsabilidad en la gobernanza de la Iglesia universal como Prefecto de lo que hoy es el Dicasterio para la Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, responsabilidad que asumió hasta 1984, cuando el Papa lo nombró Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos.
Pironio y las JMJ
De la mano del Card. Pironio nacieron las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) por encargo de Juan Pablo II. La primera se realizó en Buenos Aires, en 1987, y en adelante se tornarían en espacios privilegiados de encuentro, oración y meditación sobre las enseñanzas de la Iglesia. “Estos jóvenes no le temen al cansancio, el sufrimiento o la cruz. Sólo tienen miedo de la mediocridad, de la indiferencia y del pecado”, declararía.
También tuvo un papel importante en el Sínodo de los Laicos, en 1987, y luego sería uno de los principales predicadores de la exhortación postsinodal Christifideles laici, dando conferencias alrededor del mundo sobre la Iglesia “sacramento de comunión misionera”, destacando de modo particular el papel del laicado. Un tema que, sin duda, se torna actual en el actual proceso del Sínodo de la sinodalidad.
Su ejemplo y testimonio de teólogo, pastor y profeta ha trascendido hasta nuestros días. En 2006, ocho años después de su pascua, la Conferencia Episcopal Argentina asumió la causa de su canonización. El decreto sobre la heroicidad de sus virtudes fue promulgado el 18 de febrero de 2022, con el aval del Papa Francisco.
De acuerdo con informaciones de la Santa Sede, la beatificación del Card. Eduardo Pironio tedrá lugar en la Basílica de Nuestra Señora de Luján, en Argentina, en el mes de diciembre, y será presidida por el cardenal español Fernando Vérgez Álzaga, quien fuera su secretario por 23 años.
* Director del Centro para la Comunicación del Celam. Consultor del Dicasterio para la comunicación.
Fuentes bibliográficas:
- Bidegaín, Ana María (comp.). Obispos de la Patria Grande. Pastores, profetas y mártires. Bogotá: Editorial Celam, 2018. - De Vedia, Bartolomé. La esperanza como camino. Vida del Cardenal Eduardo Pironio. Buenos Aires: Ediciones San Pablo, 2008. - Pironio, Eduardo. La Iglesia en América Latina. Escritos pastorales marplatenses 1. Buenos Aires: Editora Patria Grande, 1976. Publicado originalmente en español en ADN Celam.