“Lo que tiene de original y único la conquista española es que se cuestiona a sí misma, se hace un problema de conciencia: ¿tengo derecho o no tengo derecho? ¿Puedo predicar el Evangelio haciendo al mismo tiempo un acto de conquista? ¿o el acto de conquista es una negación del Evangelio que predico ?
Esto sólo España se lo ha planteado, y todos los argumentos contra España vienen de España, han circulado libremente en España, porque en ningún lugar se respeta más la libertad que en una sociedad realmente católica: catolicismo y libertad son la misma cosa.
“Y en este asunto de la conquista, cuando el Padre de las Casas arremete contra las encomiendas, se encuentra con Ginés de Sepúlveda , un teólogo que lo contradice radicalmente, pues el Rey —que tenía sus escrúpulos de conciencia— fomentaba los debates contradictorios para clarificar estos temas.
“Nosotros hemos sido llevados a considerar estos ataques a los indios como cosas grave, atentados a los derechos humanos, pero sin tener en cuenta que los indios no eran unos angelitos y sometían a sus propios hermanos de raza a crueldades que solamente se explican por su entrega a prácticas realmente diabólicas.
“Cuando Hernán Cortés sube al templo, en un arrebato que relata Bernal Díaz, se coloca al lado de los ídolos horribles y los precipita escaleras abajo. Esas escaleras —dice Bernal Díaz— estaban cubiertas por tres pulgadas de sangre de los sacrificios humanos que allí se hacían. Y así se acaba el horror, reemplazando aquellos ídolos con la imagen de la Virgen . En Hernán Cortés hay una grandeza excepcional: él sabe que lo sagrado y los ídolos son incompatibles, que donde están los ídolos no hay nada sagrado, y donde está lo santo no hay ídolos. Cortés no era un respetuoso de las conciencias de los índígenas, quienes promovían las guerras para proveerse de víctimas humanas para sacrificar a los ídolos: Cortés era un servidor de Dios y actuaba en consecuencia.
Ginés de Sepúlveda fundamenta abundantemente su tesis de que los bárbaros deben ser reducidos a servidumbre, ya que los indios son inferiores a los españoles, como lo son los niños respecto de los adultos: estos indios no pueden ser llevados a la fe por la sola predicación, porque en cuanto se retiran las guarniciones armadas ellos mismos matan a los misioneros y repelen la fe recibida. Sólo pueden ser elevados a la fe por la fuerza, como en el «fuércenlos a entrar» de la parábola del banquete (San Lucas, 14, 15-24).
Esto lo aplica Ginés de Sepúlveda a la actitud que se debía tener con los indígenas ineptos. Y si bien no se podía atacar con armas a los paganos por el solo hecho de su infidelidad —decía éste— sí se puede cuando su idolatría recurre a prácticas inhumanas, como en la Nueva España, donde anualmente se inmolaban 20.000 hombres a los demonios
“España se destaca por haber hecho una unidad entre la fe y la nacionalidad: ser español es ser católico y, de alguna manera, ser católico es también ser español . España fusiona la fe con la empresa política de la conquista, y esto, porque no fue «ecumenista», porque combatió a los ídolos, porque si bien no se preocupó mucho por dar una instrucción pormenorizada del Evangelio, sí se preocupó porque renunciaran a Satanás y admitieran la gloria de Cristo, y esto es la esencia del bautismo . Así se ha bautizado América: combatiendo a los ídolos (…)
“Si el catolicismo ha de reconquistar América, ha de ser reasumiendo esa unidad inextricable de nacionalidad y de fe”.
Por Roque Raúl Aragón