Por setenta y cuatro días la actual Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur constituyó el corazón del país. Durante setenta y cuatro días, nuestras Malvinas y el Atlántico Sur fueron enriquecidos por sangre de compatriotas de toda nuestra geografía, ofrecida como aporte a la gesta austral. En cielo, mar y tierra. Tributo noble y definitivo con el que la Nación Argentina ratificó sus derechos de soberanía.
Desde el primer momento, Malvinas representó en un instante la más elevada expresión de la integración nacional. Oficiales, suboficiales y soldados del norte, centro y litoral y aviadores cuyanos, para mencionar algunos, junto a unidades provenientes de la Patagonia, dando todo por una porción de Patria que representa lo más puro del sentimiento y la vida nacional, apoyados por más de 28.000 voluntarios civiles y el aporte solidario de todo un pueblo.
La “Operación Azul” - así denominada inicialmente- rebautizada “Operación Rosario” a instancias de integrantes del Ejército, recordó además que en las invasiones inglesas criollos y españoles se pusieron bajo la advocación de la Virgen del Rosario para enfrentar a las tropas invasoras.
Toda la Argentina sintió, por setenta y cuatro días, un modo más elevado de vivir nuestra comunión nacional . Durante ese tiempo la piedad patriótica, esa virtud por la que honramos a la Patria como la “terra patris”, y que debemos enseñar a nuestros niños y jóvenes con especial celo y ejemplaridad, se expresó como virtud que reemplazó vicios y miserias que nos avergüenzan.
Si bien nuestras provincias patagónicas no vivieron directamente las gestas de 1806 y 1807, ni los días de mayo de 1810, ni la guerra de la independencia, ni la gesta de Obligado, todo ello fue compensado de pronto y definitivamente.
Así, hace 40 años, en un solo instante de unión patria, toda la Argentina, nuestra Argentina, desde La Quiaca al Polo Sur y desde la Cordillera al Atlántico se integraron en la historia nacional por efecto de lo que la voluntad de todo un pueblo ha definido como la Gesta del Atlántico Sur.
Y el testimonio de todo ello se encuentra en las tumbas que en tierra malvinense y en medio del Atlántico nos recuerdan a los muertos por la Patria. Aquello que da sentido a la idea de una comunión trascendente en una identidad nacional, que supere los intereses particulares de cualquier condición.
En Noviembre de 1869 en el periódico revista “El Río de la Plata”, José Hernández, autor de nuestro “Martín Fierro”, escribía:
“Los argentinos, especialmente, no han podido olvidar que se trata de una parte muy importante del territorio nacional, usurpada a merced de circunstancias desfavorables, en una época indecisa, en que la nacionalidad luchaba aún con los escollos opuestos a su definitiva organización.
Se concibe y se explica fácilmente ese sentimiento profundo y celoso de los pueblos por la integridad de su territorio, y que la usurpación de un solo palmo de tierra inquiete su existencia futura , como si se nos arrebatara un pedazo de nuestra carne. La usurpación no sólo es el quebrantamiento de un derecho civil y político; es también la conculcación de una ley natural.
Los pueblos necesitan del territorio con que han nacido a la vida política, como se necesita del aire para libre expansión de nuestros pulmones. Absorberle un pedazo de su territorio, es arrebatarle un derecho, y esa injusticia envuelve un doble atentado, porque no sólo es el despojo de una propiedad, sino que es también la amenaza de una nueva usurpación.
El precedente de injusticia es siempre el temor de la injusticia, pues si la conformidad o la indiferencia del pueblo agraviado consolida la conquista de la fuerza, ¿quién le defenderá mañana contra una nueva tentativa de despojo, o de usurpación?
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Entre tanto, deber es muy sagrado de la Nación Argentina, velar por la honra de su nombre, por la integridad de su territorio y por los intereses de los argentinos. Esos derechos no se prescriben jamás.”.
En tiempos de incertidumbre y zozobra, que las palabras del autor de nuestro poema nacional y la guía de Nuestra Señora del Rosario de la Defensa y Reconquista, nos permitan el reencuentro de los argentinos para que el sacrificio de todos los muertos por la Patria no haya sido inútil.
Que el manto celeste y blanco de Nuestra Madre se funda en los colores del pabellón nacional para reconquistar a nuestra Argentina como herencia patria a consolidar y trasmitir a hijos y nietos, desde lo mejor de nuestra historia.
Que cada día sea un 2 de Abril, como nos lo ha recordado la madre del Capitán Pedro Edgardo Giachino, primer caído por la Patria en Puerto Argentino, en aquella jornada de gloria.
Pablo María Garat
Decano
Facultad de Derecho.
UCA