Siempre recuerdo, en una de las primeras clases en la universidad, un profesor nos dijo: “la madre es a los hijos lo que el marido al auto”. Salvando las distancias entre hijos y auto, la metáfora sirve para la reflexión.
El padre es quien escucha un ruidito en el
auto y se da cuenta que algo no anda bien en el motor, la suspensión u otra
falla. Del mismo modo, la madre conoce a los hijos profundamente y se
da cuenta cuando algo no anda bien: una mala cara, un estornudo, una voz
apagada la ponen en alerta.
No significa que el hombre no pueda notar
cuando sus hijos no están bien, pero si la mujer, la madre tiene una intuición
especial para darse cuenta. Es quien llevó a ese niño en su vientre durante
nueve meses, en esos meses se produce una conexión especial entre el bebe y la
madre.
Pero los hijos antes de llegar a la
familia, nacen en el corazón de la madre, es ese deseo innato que tienen las
mujeres para maternar a quien lo necesite. Por eso ser madre no sólo tiene que
ver con la maternidad biológica, sino con una característica ontológica y
humana del ser mujer, esta modalidad especial de ser y estar en el mundo.
Madres biológicas, por adopción, madres que no lo fueron pero supieron ser
fértiles en la docencia, la medicina, los comedores comunitarios, y en los
diversos ámbitos donde se desarrollan.
Dice San Juan Pablo II en
Mulieris Dignitatem:
“La mujer no puede encontrarse a sí misma
si no es dando amor a los demás”.
Y podemos comprobarlo en tantos ámbitos
donde las mujeres despliegan sus dones, sea por su trabajo o por vocación, la
mujer impregna los ambientes con su femineidad.
“La mano que mece la cuna, es la mano que gobierna
el mundo” (William Ross
Walace).
Llamada el cuidado de todo hombre, la mujer
gobierna al mundo no desde el poder, sino desde su sensibilidad para acompañar,
sostener y motivar a otros a salir de si y conocer sus capacidades. Sostener en
el dolor, acompañar en la alegría, motivar sobre los miedos que paralizan.
“La tarea de la madre consiste en dar a
conocer al padre, llamar la atención sobre él.” (José Kentenich).
La madre lleva los hijos al padre, no sólo les da la vida generosamente, los
lleva a conocer al padre, y en este dar a conocer la paternidad humana los
acerca a la paternidad divina. Es puente para la vivencia de la paternidad
humana para que lleguen a vivir la paternidad sobrenatural de Dios.
El mundo está ávido de este genio femenino.
“No es el hombre, sino la mujer, quien
tiene que salvar la imagen femenina amenazada”(Gertrud Von Le Fort).
Es la mujer – madre quien debe mostrarse
íntegra, respetable, confiable y capaz, no esperar que el hombre la valide,
sino hacer lo que mejor le sale, ser mujer en todo su despliegue, no pretender
igualarse al hombre en actos sino en dignidad, conociendo profundamente su ser
mujer.
Si falta en el mundo, el aporte humano y
sensible de la mujer – madre el mundo cae en una visión utilitarista del otro.
El genio femenino aporta la intuición, flexibilidad y una lógica circular que
complementa la mirada lineal y segmentada del varón.
Es la mujer capaz de
espiritualizar la sexualidad, con los gestos de ternura, humanizando los
impulsos rodeando de delicadeza las relaciones. Las casas se convierten en
hogares cuando la madre está atenta a los detalles de belleza y armonía.
A través de los años las mujeres han
luchado por ocupar lugares en la sociedad civil, esto la ha llevado pretender
igualarse al hombre, y en esto se perdió a sí misma.
La mujer es igual al varón en
dignidad, pero no en intimidad y sensibilidad. Al perderse la mujer – madre, el
mundo se pierde porque no tiene quien le diga donde hay un ruidito que le diga
que algo no funciona bien.
La mujer – madre debe volver a su interior
para reencontrarse con este genio femenino, para recuperar su valor como
persona y ser capaz de seguir brindando al mundo sus capacidades intelectuales,
laborales o académicas, sin descuidar el hogar que la plenifica y despliega su
maternidad.
“El hombre significa el valor de eternidad del
momento,
la mujer el infinito del transcurso de las generaciones.
El hombre es la roca sobre la cual se apoya el tiempo,
la mujer es la corriente que lo arrastra.” (Gertrud Von Le Fort, “La mujer eterna”)
A todas ellas, madres biológicas, del
corazón o de vocación ¡Feliz día!
Luciana Mazzei
Orientadora Familiar