Cuando Clodoveo rey de los bárbaros francos - a instancias de su gran esposa Clotilde - se convirtió al catolicismo, aunque nunca fue demasiado piadoso, seguramente no imaginó que su pueblo sería protagonista de una de las más grandes apostasías de todos los tiempos.
La Revolución Francesa sigue prolongando sus tentáculos hasta nuestros días. Francia a principios de año incorporó el aborto a su plexo constitucional por 780 votos a favor y sólo 72 en contra. Hasta Marine Le Pen, que muchos reivindican, lo apoyó para no ir contra la opinión pública francesa, que no tiene tiempo de pensar en la vida de los indefensos concebidos pero aún no nacidos.
En la reciente polémica por la canción futbolera que Enzo Fernández compartió en un streaming, hipócritamente los franceses acusaron a los argentinos de racistas y homofóficos, desconociendo ex profeso el sentido verdadero de esos cánticos: que el talento futbolero francés es tomado de los africanos y que en realidad son una selección continental africana y que su mejor jugador, Kylian Mbappé tuvo una relación sentimental con un hombre disfrazado de mujer. Pero claro, los campeones de los derechos humanos, los que se consideran la luz de la revolución acusan de racismo y homofobia aunque tengan una negra historia de colonialismo y esclavitud.
La inauguración de los Juegos Olímpicos incluía un recorrido por el Sena. La delegación de Argelia se detuvo y lanzó flores en el mismo lugar donde en 1961 fueron arrojados los cuerpos de cientos de argelinos que se habían manifestado por las calles de París a favor de la independencia de su patria de la opresora metrópoli colonial. La represión policial fue brutal y despiadada contra todo el que tuviera rasgos árabes y los cadáveres fueron arrojados al río. Aunque los franceses trataron durante décadas de silenciarlo el hecho finalmente salió a la luz y se conoció como "la masacre de París".
Pero lo peor - por ahora - llegó al final de la ceremonia inaugural. Con el beneplácito de el presidente Macron y su esposa (de quien muchas investigaciones aseguran que en realidad es un hombre), una comparsa de drag queens hizo una parodia de la Útima Cena de Jesucristo y sus apóstoles pintada por Leonardo Da Vinci. Un gesto más de rebelión contra la fe que Clodoveo y Clotilde, princesa burgundia, quisieron para los francos y que le valió a la patria de Martín de Tours, Juana de Arco, Teresita de Lissieux sólo por nombrar algunos el mote de "Primogénita de la Iglesia".
Francia es un pueblo a la deriva y sin timón. De hecho su tasa de recambio generacional está destruida. En no mucho tiempo, marxistas, ateos, feministas y todos los que rechazaron la libertad de Cristo comprobarán las bondades del Islam con paganos y mujeres.
Que nuestra Madre de Lourdes siga siendo un faro de consuelo y esperanza para los franceses de buena voluntad y los fortaleza para las pruebas que vienen.