En el mensaje
publicado por el Papa durante el lanzamiento de esta jornada, Francisco insiste
a los niños en el valor de cada uno para Dios, para sus padres y familiares y
para la sociedad toda. Por otro lado insiste en la necesidad de escuchar las
necesidades de los niños,
especialmente “aquellos a quienes le están robando la
infancia”, cuyas vidas están atravesadas por el dolor, la enfermedad, la
guerra, la droga y tantas otras situaciones desagradables a las que deben
enfrentarse desde pequeños.
Los invita a
unirse para renovar el mundo porque no podemos salvarnos solos y porque la
felicidad crece si se comparte, a rezar sin cansancio, porque la oración nos
hace felices al conectarnos directamente con Dios.
Es la primera vez
que un Papa convoca a los niños y les habla directamente a ellos, como dice en
su carta “a cada uno de ellos”. El interés del Papa en esta Jornada tiene que
ver con la preocupación que viene manifestando desde hace tiempo sobre el flagelo
al que muchos ciudadanos del mundo se enfrenta: droga, guerras, migraciones,
enfermedades, violencia de todo tipo, y en esto son especialmente los niños
quienes más sufren porque son ellos los más vulnerables y necesitados de
cuidado por parte de los adultos.
Es imperioso que,
como adultos, escuchemos este llamado del Papa a trabajar para paliar estas
situaciones a las que están expuestos miles de niños en todo el mundo… y
nuestro país no es la excepción. Dejar de mirar para otro lado e involucrarnos
socialmente para que todos los niños tengan la esperanza de un futuro lleno de
oportunidades, que los ayudemos a crecer y desarrollar sus capacidades
personales y cumplir sus sueños.
Los niños no son
el futuro de la humanidad, los niños son nuestro presente y son muchos quienes
no pueden vivir y disfrutar de este presente. Son muchos los que no reciben una
educación enraizada en los valores evangélicos y sin esta educación es claro
que el futuro no traerá esperanza.
También el Papa
nos invita a los adultos a ser como niños. A recuperar la mirada de asombro
ante lo novedoso, ante la naturaleza, ante el amor, pero, sobre todo, a tener
un corazón de niño que sabe perdonar y olvidar la ofensa, que se acerca a Jesús
tímidamente pero con la seguridad de su amor. Recuperar la satisfacción de
disfrutar de las cosas simples, la alegría de jugar y cantar, dejar de lado
tantas preocupaciones que el mundo nos impone.
Volver a vivir los valores
evangélicos desde la mirada de niño nos lleva también a trabajar para
brindarles un mejor presente.
Respondamos con
alegría a este llamado, uniéndonos en oración por los frutos de esta jornada,
entre los que participarán directamente pero también en el mundo entero. Que
estos frutos se propaguen en cada país, en cada ciudad, en cada familia.