El hombre es
ontológicamente libre, es una de las notas de la persona, pero también es
ontológicamente relacional por lo tanto será necesario que cada uno sea capaz
de asumir que frente a la libertad personal existe la responsabilidad sobre los
propios actos, especialmente aquellos que hacen a las relaciones con los demás.
Pero cabe
preguntarnos ¿por qué es necesario educar en las virtudes, teniendo en cuenta la
dignidad de la persona. Y la respuesta la encontramos en la misma dignidad
personal, porque cuando una persona educa su carácter y se perfecciona en las
virtudes podría decirse que se hace cada vez más persona.
Los temas
tratados en el documento pontificio, como tantos otros que atentan contra la
dignidad, despersonalizan al hombre, cuando la persona no cuenta con lo básico
para subsistir, debe huir de su tierra, es tratada como objeto o violentada en
sus derechos va perdiendo su ser persona. Los estudios psicológicos que hacen
referencia al Strés post traumático derivado de muchas de estas situaciones
muestran que la persona pierde la conciencia de su propio ser, se olvida de
quién es, qué le gusta, cuáles eran sus sueños y deseos y en esto se va
despersonalizando, psicológicamente va dejando de sentirse persona.
Por ello educar
en las virtudes hace a las personas cada vez más personas, porque las
perfecciona y al perfeccionarla la hace más capaces de cuidar y respetar la
dignidad de los otros. Dando la posibilidad de que la dimensión relacional se
plenifique en el servicio a los demás.
Es necesario que
en el seno de las familias los niños y jóvenes crezcan con la conciencia plena
de que todos tienen la misma dignidad por ser persona y por ser miembros de esa
familia. Esto se logra respetándolos en el trato, en la justicia entendida como
dar a cada quien lo que necesita según su edad y capacidades, siendo amado en
sus diferencias y corregido con amor cuando sea necesario.
No sólo hablando de
la dignidad y las virtudes los educamos sino, y mucho mejor, mostrando cómo
tratar a los que son o piensan diferente.
Sólo a efectos de
analizar en qué afectan estas situaciones a la dignidad de la persona, serán
agrupadas según temática, aunque este análisis no se pueda agotar en esta nota.
1.
El drama
de la pobreza, La guerra, El trabajo de los emigrantes, La trata de personas:
Estas situaciones quitan
a la persona la libertad de ser quienes están llamados a ser en el mundo según
sus habilidades, capacidades, sueños y deseos. Cuando se pierde la libertad ya
no hay posibilidad de elegir quién se quiere ser, la persona ya no vive sino
que sobrevive como puede frente a las circunstancias que la abruman. Se come lo
que se consigue, se vive donde se puede tratando de mantener la vida a
resguardo, se cobra lo que a los patrones les convenga pagar y, especialmente
en el caso de la trata de personas, se vive en condiciones indignas sin
siquiera derecho a descansar.
2.
Los
abusos sexuales, Las violencias contra las mujeres: ambas situaciones desconfiguran
el cerebro provocando Stress postraumático, lo que provoca que la persona viva
y se mueva en modo abuso. La persona abusada o violentada revive
permanentemente esta situación como una forma de encontrar el modo de
defenderse. Surge la culpa al sentir que hizo algo que justifique lo padecido.
Se pierde la capacidad de sentir y de saber quién es.
3.
El aborto,
La maternidad subrogada, La eutanasia y el suicidio asistido, El descarte de las personas con discapacidad: en
estos casos, mediante el lenguaje utilizado se le quita valor al hecho en sí
mismo: la muerte de una persona por conveniencia de otras. El aborto se llama
embarazo interrumpido, la eutanasia y el suicidio asistidos son llamados muerte
digna, en el aborto de las personas con discapacidad se habla de la vida
indigna a la que esa persona va a estar llamada y con respecto a la maternidad
subrogada, como también en los métodos de fertilidad asistida el niño pasa a
ser un producto de laboratorio, producido y creado para saciar el capricho de
los padres, se descartan miles de embriones porque no cumplen con los
estándares de calidad necesarios para lograr los embarazos, el acto sexual, con
su fin unitivo dentro de la pareja, desaparece como tal y pasa a ser una
práctica médica.
4.
La teoría
de género, El cambio de sexo: estas ideologías surgidas a partir de las últimas
corrientes feministas, más radicales y confusas porque ya no defienden los
derechos de las mujeres sino que, en muchos casos incluso se contraponen a
ellos, confunden a niños y jóvenes haciéndoles creer que pueden elegir ser algo
que no son. Niegan la ciencia, y no sólo la biología que nos enseña que desde
la concepción el embrión es XX o XY y que tenemos un 3% de ese sexo en cada
célula de nuestro cuerpo, sino también niegan los estudios en neurociencias
donde se demuestran las diferencias cerebrales entre el varón y la mujer, la
psicología y la sociología que también demuestran como nos vinculamos y
relacionamos de modos diferentes.
Niegan la necesaria complementariedad de los
sexos promoviendo una lucha de poderes donde todos salimos perdiendo.
5.
La
violencia digital: en todas sus formas deshumanizan especialmente a niños y
jóvenes permitiendo que, gracias al anonimato que las redes les brindan ataquen
impunemente, sean víctimas de acosadores y estafadores, accedan a material
pornográfico que nada tiene que ver con el verdadero amor.
Como dije antes el análisis no se agota en
estos párrafos pero es un intento de advertir a padres y educadores que las
situaciones planteadas en el documento vaticano están más cerca de lo que
creemos gracias a la globalización y a las tecnologías de la información y
comunicación, esto hace indispensable mantenernos atentos más que nunca a la
educación que damos en casa, formando personas con carácter fuerte, capaces de
tomar decisiones libres sin dejarse manipular por el entorno o el grupo de
pares, especialmente durante la adolescencia.
Educar en las virtudes para
educar personas que se sepan dignas y sean capaces de respetar la dignidad de
todos con las decisiones que tomen.
La madre de todas las virtudes es la
prudencia, porque ella nos da la capacidad de tener criterios ciertos a la hora
de tomar decisiones, buscar la información necesaria y luego de un análisis
pormenorizado de las situaciones poder realizar un juicio de valor acerca de la
decisión que se debe tomar, siendo conscientes de los derechos y deberes que
esta implica. Pero para llegar a ser un experto en la virtud de la prudencia se
debe empezar paso a paso con otras virtudes.
Como en otros ámbitos de la vida educamos de menos a más, siendo
fundamental respetar los tiempos, la personalidad y la edad evolutiva del niño
o adolescente.
Los primeros años se educará en el orden,
la sinceridad y la obediencia, entendida como quien obedece porque se sabe
amado por aquel que le dice qué está bien y qué está mal. A partir de los 8
años es necesario educar en la responsabilidad y la laboriosidad, para que
vayan tomando autonomía y libertad con sus propias obligaciones, en esta etapa
comienzan los cambios físicos que terminarán al final de la adolescencia por lo
que es importante estar atentos a ellos para poder dar respuesta acertada a las
dudas que puedan surgir, recordando que lo que no le decimos los padres se o
dicen otros y no siempre con nuestro mismo criterio y valores. También se
educará en la perseverancia, constancia, paciencia y generosidad, enseñando a
disfrutar de los logros obtenidos y mostrando generosidad con lo material pero
también con el propio tiempo traducido en servicio al prójimo. A partir de los
13 años las virtudes a educar tienen que ver con lo social porque es la edad en
donde el grupo de pares cobra más importancia, la fortaleza para resistir los
condicionamientos del grupo, la justicia con todos, el pudor, la sencillez y
sobriedad, en el trato, el vestido, el lenguaje; respeto por todos,
sociabilidad y amistad, preparando así el terreno para la vida en pareja.
Trabajando en estas virtudes habremos
educado personas optimistas consigo mismas, flexibles y humildes pero también
audaces, capaces de dar de sí por el bien de otros, de no bajar los brazos ante
las dificultades y de luchar por la dignidad de todos en cada ámbito en el que
se desenvuelvan.
Por Luciana Mazzei
Licenciada en Orientación Familiar
Contacto:
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