Como dice Berarducci, su artículo inicial (“¿Es neutral ser neutral?”) apuntaba más bien a cuestionar el voto en blanco por parte de diferentes sectores políticos (el PRO, la UCR, Amalia Granata) y otras figuras mediáticas (Lanata, Canosa). Me permito agregar que, quizás si Milei no hubiese vituperado y poco menos que expectorado sobre tales personas, estos sectores podrían apoyarlo. No se debe destruir un puente que en algún momento se puede tener que cruzar. Es probable que Milei estuviese convencido de que arrasaba en primera vuelta. En cualquier caso, un caso de fatal arrogancia.
Sin embargo, puesto que el primer artículo de Berarducci aporta argumentos sensibles para sustentar el voto del católico y el patriota en apoyo de LLA (esto que digo fue confirmado en el segundo artículo), lo dicho por mí en el primer texto es relevante.
En efecto, un gran sector de buenos cristianos y patriotas observan con horror cómo la contienda electoral les ofrece elegir un plato del menú: Massa o Milei.
Es claro que Berarducci tiene razón al decir que “no existe la posibilidad, electoralmente hablando, de una “’tercera opción neutral’”. Aquí está el meollo de la cuestión: ¿estamos forzados a atarnos a lo electoral? Por eso en mi primera respuesta escribí:
“No tenemos que preguntarnos a quién votar. Tenemos que preguntarnos: ¿qué enseña la Iglesia respecto de las leyes injustas?”.
Aquí estamos ante un conjunto de leyes positivas, un sistema de normativas legales injustas. ¿Todas son injustas? No, por cierto. Pero muchas lo son y determinantes.
Berarducci sostiene que “la neutralidad ungió a Massa”. Y sigue: “el abstencionismo, en la circunstancia que estamos analizando, no fue un acto indiferente, posibilitó el triunfo de uno de los males que supuestamente quería rechazar”. Pero aquí hay un problema previo. Hay un escalón anterior que no estamos viendo.
Pongamos un ejemplo. Juan ingresa a un grupo mafioso para vender droga y dos meses después le dicen: “anda y matá a X”. No quiere hacerlo. Y entonces se angustia pensando: “No sé qué hacer, mi jefe me ordena que mate a alguien pero no quiero”.
¿Cómo debe actuar Juan? ¿Cuál es el mal menor?
¿Cuál es el bien posible?
La solución al dilema está cantada. Cualquiera diría:
“Juan, ¿para qué diablos te metiste en un grupo mafioso?”.
Traducción: una vez que se cruza la línea roja, ya no hay respuestas correctas. O dicho de otra forma: no existe respuesta correcta a un problema mal planteado de base. Y creemos que este es el caso.
Más allá de las caras: el sistema
Entonces, no es que falle la respuesta (vote a Milei, vote a Massa, vote en blanco). Falla la pregunta. Creo que la pregunta correcta es otra.
Esto es lo que ocurre aquí.
Al plantearnos Milei-Massa y no salir de ahí, declinamos cuestionar un sistema que es el origen, si no de todos, al menos de una gran cantidad de los males que todos los días repudiamos.
Se trata de un sistema que carece de principios pétreos, de verdades absolutas, de bases independientes de la voluntad humana. En el artículo anterior, decíamos que se trata de un sistema que “como buen hijo del inmanentismo antropocentrista”, sólo reconoce aquellas leyes que los Senadores y Diputados se dicten a sí mismos. El amigo Berarducci fustiga con razón la legalización del aborto, la ESI y otras degeneraciones. Permítasenos reflexionar: estas leyes se promulgaron mediante la lógica interna del sistema. No fueron aprobadas “a pesar” del sistema sino “en línea” con su dinamismo interno. Las leyes que tanto Berarducci como yo condenamos son efecto de este sistema. Por eso, la maldad de la consecuencia es un potente indicador de la toxicidad de la causa.
Lo que proponemos aquí es ir más allá del populismo progresista de Massa y más allá del anarco libertarianismo de Milei.
Vayamos al fondo, a repudiar la causa: la matriz filosófica de este sistema perverso, hijo del antropocentrismo y del relativismo gnoseológico. Por eso, su fuerza es el número, su fuerza es la mayoría. Este sistema comunica una doctrina implícita. Y esta doctrina es:
«dado que no podemos conocer lo que es justo y lo que es injusto, no nos queda otro remedio que ponernos de acuerdo mediante una votación de mayoría numérica».
Así se sancionan las leyes en la Argentina. Esa democracia ideal de la que tantos hablan sólo existe como abstracción.
Por eso, y permítanme recalcarlo ante el cuidadoso lector de este portal, el problema es anterior a la disputa Massa-Milei. En todo caso, la inconveniencia de cualquiera de estos dos candidatos pone de manifiesto, quizás más explícitamente, la perversidad de este sistema.
El sistema: doctrina y praxis
Si bien el Magisterio de la Iglesia no consagra ninguna forma de gobierno como universalmente válida para todo tiempo y lugar (el Magisterio no es racionalista), sin embargo, la buena doctrina enseña que hay ciertas filosofías incompatibles con la verdad natural y la revelada. Entre ellas, las siguientes:
• el inmanentismo antropocentrista;
• el relativismo;
• la soberanía popular rousseauniana.
Estas tres ideas forman parte de las entrañas de nuestro ordenamiento político. Por eso, en el caso concreto de la Argentina, la praxis democrática reproduce una filosofía anticristiana. Los métodos no son neutros. De la misma manera que en el método freudiano late la oscura antropología de Sigmund Freud, en la práctica parlamentaria de discutirlo todo –sin que quede a salvo ninguna verdad eterna– reside la filosofía de la inmanencia. Como diría Antonio de Oliveira Salazar, “todo gobierno es por sí mismo una doctrina en acción”.
Berarducci califica nuestro sistema electoral de “deficiente y defectuoso”, y esto “como mínimo”. Más aún, el amigo Berarducci sostiene que coincide “plenamente” con las críticas que nosotros hicimos en nuestra primera carta. Hay una premisa común y un diagnóstico común.
Bien, justamente, debemos enfocar los cañones en esto: este sistema político hizo posible aquellas leyes injustas.
“El que controla la premisa, controla la conclusión” supo escribir el lúcido Peter Kreeft. Justamente: con este sistema los adversarios del Orden Natural y Sobrenatural controlan la premisa. Y por lo tanto, que se dicten todas esas leyes injustas es sólo una cuestión de tiempo. Nosotros quedamos reducidos a ser meros espectadores dentro de una gama de posibilidades que no sólo no hemos trazado sino que no nos conviene.
En su respuesta, Berarducci nos escribe: “En ese contexto y con el sistema vigente (al cual quede dicho que denostamos en coincidencia con Monedero en sus críticas) se elegirá entre dos males y es allí donde me parece está la divergencia que nos ocupa”.
Justamente, dos males. Son dos males. Estamos de acuerdo en que son dos males morales. Y si es verdad que nunca podemos realizar un mal moral para que se produzca un bien, entiendo que:
• No podemos moralmente apoyar a Milei para evitar lo malo de Massa.
• No podemos moralmente apoyar a Massa para evitar lo malo de Milei.
Focos al libertario
Más aún. En un notable artículo titulado “El buen salvaje de Milei” (enero 2022) , el propio Berarducci ha escrito puntualmente contra Milei y su filosofía:
“Milei se autopercibe anarco capitalista o minarquista; es decir que procura la desaparición del estado y la sola existencia de una sociedad de individuos regidos por la ley de mercado, una suerte de laisssez faire, laissz passer eterno. Subyace en el pensamiento de Milei una concepción antropológica defectuosa y sesgada sobre la que se elaboran falacias económicas y postulan posibles ordenamientos sociales con resultados catastróficos que mucho nos recuerda al buen salvaje roussoniano”.
Javier Milei ha repetido numerosas veces “el estado es el pedófilo en el jardín de infantes”. Sin embargo, en su artículo Berarducci acotó:
“el estado no es un mal, al contrario, es el fruto del proceso de sociabilidad humana tomando diversas formas según el tiempo y lugar. Lo que da sentido a su existencia es precisamente la búsqueda de bienes superiores y arduos que los individuos por si mimo no pueden alcanzar. La sociabilidad nos lleva a aportar y colaborar con el grupo social para poder también ser partícipes de los bienes que ese grupo social ofrece”.
Justamente, esa sociabilidad natural es la que está bajo fuego, tanto por su negación en el planteo libertario como por su distorsión en el marco del populismo progresista massista. Por eso mismo:
“el estado debe ser investido de poder y autoridad porque la sola acción individual de los miembros de una comunidad sin conducción lleva no sólo al anarquismo sino a la explotación de unos por otros, los más ricos sobre los más pobres, los más fuertes sobre los más débiles, los más sabios sobre los menos sabios, los más sanos sobre los enfermos”.
Y con buen tino, Berarducci distingue entre lo aceptable y lo que no, lejos de cualquier reduccionismo: “Milei acierta en criticar la presión fiscal que pesa sobre los argentinos, el déficit presupuestario, la mala asignación de los recursos públicos, etc. pero eso no se soluciona con la utopía individualista”. Hacemos nuestras tales palabras.
En cuanto a los principios no negociables de Benedicto XVI, tópico que plantea Berarducci, al respecto, sólo podemos decir:
1) Milei se ha expresado a favor del aborto en un único caso: cuando peligre la vida de la madre;
2) Milei se ha expresado repetidas veces a favor de la eutanasia;
3) Milei ha votado en contra de la ley de cardiopatías para bebés recién nacidos;
4) En reciente entrevista con Jaime Bayly, Milei sostuvo: “Para mí el matrimonio es un contrato y puede ser de dos partes, de tres, de cuatro, de cincuenta. Lo único que yo objeto del contrato es cuando se mete el estado”. Y además: “Si fuera por vos, supongamos que querés estar con un elefante, bueno si tenés el consentimiento del elefante, problema tuyo y del elefante”.
Dos herejías en pugna
Berarducci ha enumerado unas diez estructuras de pecado. Las condenamos tanto como él. Más aún. Nuestro amigo sostiene: “Massa y el frente electoral que lo postula cuentan con un frondoso historial de funcionarios y acciones de gobierno que promueven, financian y ejecutan políticas públicas antinaturales y anticristianas…”. TOTALMENTE CIERTO. Ahora, para eliminar un mal no lo podemos sustituir por otro. No podemos defender la herejía arriana para luchar contra el monofisismo.
En concreto: el mal del populismo-progresismo de Massa no debería ser sustituido por el mal del liberalismo anarco capitalista de Milei.
¿Por qué razón te opones a lo que te opones?
Prácticamente nadie ha explicado que Milei quiere un estado agnóstico y que, por este motivo, está en contra de que el Estado imponga la Educación Sexual.
En efecto, el Melenas se opone a que el Estado baje “cualquier línea” en la educación. Por eso, Milei también estaría en contra si el Estado enseñara el catolicismo en las escuelas. De hecho, como lo acredita la historia, el liberalismo eso hizo: secularizar la educación. Aquí en América y en Europa.
El gobierno roquista (1880-1886) es el ejemplo más patente: su famosa ley de enseñanza laica. Se trata del mismo gobierno que rompió relaciones diplomáticas con el insigne León XIII; un acto que Alberto Benegas Lynch –el maestro de Javier Milei– aplaudió y puso como ejemplo en el acto público previo a la primera vuelta electoral.
Estoy de acuerdo con Berarducci en que no siempre el mal se puede arrancar de raíz y que, a veces, o muchas veces, lo más que podemos hacer es podarlo, disminuirlo. Coincidimos en la premisa mayor pero humildemente creo que este no es el caso. Si Milei gana, se sustituye una ideología por otra.
En efecto, si las ideas libertarias se llevan adelante, pasaremos de un estado hipertrofiado –que abusa del concepto de Justicia Social, que abusa del principio de la subsidiariedad, que se mete donde no debe y como no debe– a un estado liberal, que tienda a la desregulación de la actividad económica –como si la economía estuviese al margen de la ética–, en manos de una persona (Javier Milei) que ha confesado repetidas veces su filosofía utilitarista. Quizás la síntesis más acabada la enunció en entrevista a Fantino:
“lo que el mercado no valide no tiene porqué existir”.
La idea de una Inmaculada Concepción del Mercado prepara el terreno para infinitas injusticias y abusos del capital, lo que el día de mañana será un instrumento político apto para el aprovechamiento y el resentimiento de la izquierda. Al votar liberalismo para frenar el populismo, estaríamos entonces cavando un hoyo para tapar otro.
Por eso, el centro de mi argumento anterior no era plantear que “al votar a Milei, no se erradica el mal de raíz”, que es la tesis que –razonablemente- Berarducci no apoya. A decir verdad, no creo posible en este mundo erradicar el mal de raíz, siempre el trigo y la cizaña coexistirán. Pero combatir una falsedad desde fundamentos falsos no es sostenible en el tiempo, y considero que ni siquiera es eficaz. No es práctico.
Un ejemplo práctico
Pensemos en el caballito de batalla de LLA: su lucha contra el aborto y su lucha contra la ESI obligatoria.
Como dijo repetidas veces, Milei está contra el aborto. Pero veamos porqué: no apoya el aborto porque el cuerpo humano es “su primera propiedad”. De ahí que, como le dijo a Bregman: “el único caso de aborto que yo avalo es cuando está en peligro la vida de la madre porque ahí hay un conflicto de propiedad”. Peligrosa idea que abre una gran cantidad de abusos que hemos desarrollado en otro trabajo .
Como hemos dicho, Milei cuestiona la obligatoriedad de la ESI porque el estado no debería comunicar ninguna idea, ni falsa ni verdadera. O sea, en virtud de un agnosticismo estatal.
Al respecto, sólo puedo recordar al Padre Juan Claudio Sanahuja: “defender una realidad con argumentos y motivos que no son los correctos y propios, es el mejor modo de dejar a esa realidad totalmente indefensa”. Y también: “afirmarla sobre bases erróneas es el camino más directo para dejarla sin sostén”.
En los últimos años se ha hecho bastante común las buenas causas pero mal defendidas. Hasta hubo gente que estaba en contra de la legalización del aborto invocando esto: “¿Queres abortar? ¡Pagátelo a vos!”.
Ataques a la soberanía del país
Finalmente, en cuanto a la soberanía argentina, claro que compartimos el abierto rechazo a la Agenda 2030 por parte de la fórmula Milei-Villarruel. Más aún: en el reciente debate de vicepresidentes, Villarruel volvió a “tirar en la cara” de Rossi el tema de la base china, que compromete nuestra soberanía. ESTAMOS DE ACUERDO.
Ahora bien, si se elimina el Banco Central y se dolariza, dependeríamos de la Reserva Federal Norteamericana. Una reserva que ni siquiera está controlada por el Gobierno Federal de EE.UU. sino por bancos privados. Convertirnos en dependientes de esos bancos es ser una colonia. Si se logra dolarizar, la Argentina será de facto una colonia en manos de bancos que controlan la moneda del pueblo estadounidense. Por tanto, la dolarización, ¿acaso no compromete, también, la soberanía argentina, aunque de forma distinta a la Agenda 2030?
Principios y alianzas
Es cierto –como sostiene Berarducci– que LLA se ha formado en el marco de innumerables dificultades, frente a “dos estructuras que se financian desde los presupuestos públicos (nacional, provincial y municipal), que ocupan todas las magistraturas del país, que han definido y ejecutado todas las acciones de gobierno de la que son moral y jurídicamente responsables”. Entiendo que estas dos estructuras son el peronismo/kirchnerismo y Juntos por el Cambio.
Ahora bien, Milei acaba de aliarse con un importante sector de Juntos por Cambio, simbolizado en Bullrich y Macri. Y realmente, no lo culpo. Porque así es el sistema. No tiene opción si quiere ganar. Tiene que taparse la nariz y aliarse con el ex presidente que abrió el debate parlamentario sobre el aborto -por primera vez- en 2018.
Victoria Villarruel, la víctima de los guerrilleros, tiene que aliarse con la ex guerrillera “pone bombas” de Bullrich para ganar. Villarruel, hija de un Veterano de Guerra de Malvinas, tiene que aliarse con quien admira a Margaret Thatcher, Ronald Reagan y Augusto Pinochet. Tiene que. Tiene que. Los números mandan. Para ganar necesita cantidad. No puede evitar fusionar los contradictorios si quiere la victoria electoral. NECESITA fundirse con aquello incompatible con sus principios para llegar a la Presidencia. Y por eso el sistema es inmoral, y ¡por eso tenemos que rechazarlo!
Masonería. Todos responden a lo mismo
Anteayer mismo, Pablo Lázaro ¬–el Presidente de la Masonería Argentina- blanqueó: “dentro de los dos espacios hay masones. Por lo tanto, nosotros somos un lugar donde vamos a trabajar para que todos lleguen a un buen puerto, digamos. Gane quien gane, hoy ya hay diputados, senadores electos de ambos espacios… Nuestra idea es trabajar y ponernos a disposición para eso: para que sea una ciudad y una nación mucho más fraterna” .
Lamentablemente, no creemos que –con masones formando parte de esas estructuras– Milei pueda ser “una suerte de rompehielos” capaz de romper “el bloque hegemónico de la cultura de la muerte y de la ideología de género”, para usar las palabras de Berarducci.
Tampoco creemos que sea posible, desde estructuras copadas por la Masonería, ninguna “recuperación social”, frenar la ESI ni mucho menos que se pueda dar marcha atrás con la ley genocida del aborto. Consideramos que ni Milei ni Massa pueden ser bienes posibles, males menores… Son trampas, son ardides, son fuerzas que se presentan como enemigas pero cuyos hilos son manejados por el mismo titiritero.
Con estos datos duros, fácticos, entiendo que el planteo del padre Ignacio Ceratti cae.
¿Es posible una salida? Por supuesto que sí. No está escrito en ningún lado que la situación sea irreversible. Considero que la salida es formar un movimiento, no un partido, cuyo lema sea “hacer verdad”, como solía repetir el querido Padre Castellani. Decir la verdad es un acto político. Vaya esta carta dirigida a sostener esta propuesta: organicémonos para decir la verdad en todos lados, para cooperar los unos con los otros, formemos un micro-estado, tendamos la mano al débil, al vulnerable económicamente, agrupémonos para publicar, argumentar, contraatacar, afirmar la verdad en todos los ámbitos, rebatir leyendas negras; trabajemos juntos para ayudar a las familias argentinas que pasan privaciones. El estado massista no lo va a hacer o lo va a hacer por demagogia. Hagámoslo nosotros. Hagamos el bien material y el bien moral, porque la verdad es un bien moral. Caridad con nuestros hermanos, la caridad del pan, del techo, de la ropa y la caridad de la verdad. Caritas in veritate. Porque esos son los dos Nombres de Dios: Dios es la Verdad y Dios es Amor.
Lic. en Filosofía