Al depender el ordenamiento social de lo que ocurre en la política, desde la mínima expresión del voto individual hasta la máxima que es el ejercicio del gobierno, tiene una clara dependencia moral, de allí las escasas posibilidades de ser neutrales frente a lo que en la política se resuelve o se omite.
En los últimos años se institucionalizaron en nuestro país una serie de estructuras de pecado que terminaron naturalizando el mal, afectando derechos humanos fundamentales e impidiendo el desarrollo personal y social.
Estructuras de pecado para destruir e impedir la vida naciente, liberando, promoviendo y financiando con dineros públicos el aborto y el antinatalismo.
Estructuras de pecado que deforman la misma condición humana sancionando normas y ejecutando programas inspirados en la ideología de género incluso persiguiendo o cancelando a quienes advierten el desatino.
Estructuras de pecado que acorralan a las familias impidiéndoles elegir libremente la educación para sus hijos sin poder transmitirles sus propios valores y creencias.
Estructuras de pecado que utilizan políticas sociales para crear un estado servil que denigra, somete, condiciona y mantiene en la pobreza y dependencia a millones de argentinos.
Estructuras de pecado que empobrecen estructuralmente (40% de pobres), que aniquilan día a día el salario con una inflación desbocada, que abandonan a nuestros abuelos con magras jubilaciones (el 50% percibe la mínima) y les preparan la solución de la eutanasia, que procuran la ignorancia a nuestros jóvenes (solo 3 de cada 10 niños que inician aprueban el ciclo educativo),
Estructuras de pecado que promueven y protegen la corrupción. Cientos de juicios que se dilatan, condenas que no se cumplen, fiscales que se suicidan, pruebas que desaparecen, cuadernos que se queman, celulares que no se abren, periodistas que nunca repreguntan.
Estructuras de pecado que se enfocan en la protección y tolerancia del delito en todas sus formas y desatienden a las víctimas actuales y potenciales.
Estructuras de pecado que convirtieron a los representantes del pueblo en sus enemigos. Bloques políticos reducidos a amanuenses de los oscuros túneles del poder. Gremialistas eternizados en el manejo de las cajas de las obras sociales. Dirigentes sociales adueñados de las calles y del peaje salarial que les cobran a los miembros de sus organizaciones para retenerlos cautivos en la pobreza.
Estructuras de pecado que hicieron de la obra y los servicios públicos caja de la política de la que se sirven empresarios y funcionarios.
Estructuras de pecado que condicionan el desarrollo de generaciones con el endeudamiento público interno y externo impagable.
Es por ello que, frente al punto de inflexión más importante que se nos presenta a los argentinos no podemos dejar de sorprendernos con la aparición de cultores de la neutralidad. Lo que estamos por decidir en los próximos días es si continúa o no un gobierno que pretende consolidar las estructuras de pecado que padecemos apoyándose en una red de asociación ilícita de empresarios, políticos y sindicalistas
El balotaje vigente deja solo dos alternativas de voto válido. El voto en blanco, el voto nulo o la no emisión del voto NO CUENTAN, NO SUMAN, NO VALEN NADA.
La neutralidad que proponen dirigentes de algunos partidos políticos es en realidad una clara toma de posición favorable a las estructuras de pecado ya mencionadas. No votar al único candidato opositor con posibilidad de ganarle a quienes ellos decían oponerse es ser cómplices del mal que dijeron querer evitar.
Queda en evidencia que la neutralidad o abstención facilitaría el triunfo del sector político que menos adhesión obtuvo y el principal responsable de los males que nos aquejan. La neutralidad que se nos propone no es ni estoica (de indiferencia), ni ecuánime, ni desinteresada, es cómplice.
Sepa el pueblo votar.