Josef Ulma, de 44 años, era granjero, católico y fotógrafo aficionado que documentó la vida local y familiar. Vivía con su esposa de 31 años, Wiktoria, sus hijas mujeres Stanislawa, de 7 años; Barbara, de 6, y Maria, de 18 meses, y sus hijos varones Wladyslaw, de 5 años; Franciszek, de 3 años; y Antoni, de 2 y un bebé próximo a nacer.
Tras la decisión de Hitler de llevar a cabo la inhumana "solución final", los Ulma, conscientes del riesgo y a pesar de sus estrecheces económicas, pero movidos por el mandamiento del amor y el ejemplo del Buen Samaritano, escondieron a una familia judía durante año y medio, hasta que los gendarmes irrumpieron en la casa, asesinaron a los judíos y masacraron a toda la familia, incluido el bebé que iba a nacer poco después. Los niños habían sido bautizados y participaban activamente en la fe de sus padres. Para el niño no nacido, se produjo el bautismo de sangre.
El testigo sin nombre
La Iglesia católica enfrentaba un dilema con la beatificación del bebé no nacido de Wiktoria y declararlo mártir porque, entre otras cosas, no había sido bautizado, lo que es un requisito para la beatificación.
Cuando Victoria fue sepultada, nadie se percató de que estaba a punto de dar a luz . Fue solo cuando los cuerpos, que habían sido enterrados de manera sencilla, fueron exhumados días después para darles un entierro más digno, que descubrieron que la cabeza del bebé estaba asomando desde el vientre de la madre”.
“Por lo tanto, en ese momento, un bebé estaba empezando a nacer, y aunque desconocemos su sexo y nombre, no había sido bautizado, a diferencia de sus otros seis hermanos. Sin embargo, la Iglesia considera que recibió el bautismo de sangre en ese preciso instante, cuando toda su familia fue asesinada. Así que tanto la madre como el bebé son mártires y beatos juntos”.
“En el martirologio de la Iglesia, celebramos a los Santos Inocentes y se considera que ellos recibieron el bautismo de sangre. Similarmente, ocurrió con el bebé, o mejor dicho, el último nacido de la familia Ulma”,
Cardenal Semeraro mientras presidia la santa misa con rito de beatificación de la familia Ulma en Polonia expresó sobre el más pequeño de los nuevos beatos, que Wiktoria llevaba en su seno "y que vino a la luz en el parto de la carnicería de su madre":
"Sin haber pronunciado nunca una palabra, hoy el pequeño bendito grita al mundo moderno que acoja, ame y proteja la vida, especialmente la de los indefensos y marginados, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Es su voz inocente la que quiere sacudir las conciencias de una sociedad en la que proliferan el aborto, la eutanasia y el desprecio por la vida vista como una carga y no como un don. La familia Ulma nos anima a reaccionar ante esa cultura del descarte, que denuncia el Papa Francisco ".
El Purpurado también saludó a los representantes de la comunidad judía presentes en el rito de beatificación, luego leyó una lista con los nombres de los miembros de las dos familias acogidas por los Ulma y que perdieron la vida con ellos: "Esta reunión de familias judías y de una familia católica en el mismo martirio tiene un significado muy profundo" porque ofrece "la luz más bella sobre la amistad judeo-cristiana, tanto a nivel humano como religioso".
Otro elemento de luz surge de la actualidad del mensaje de los Ulma, que con su gesto hacia los más necesitados alude a la urgencia de la acogida: "La intercesión de los nuevos beatos y su testimonio de caridad evangélica animan a todos los hombres de buena voluntad a convertirse en artífices de paz".
En palabras del Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, hay también una sentida gratitud hacia tantos otros polacos que dieron refugio a judíos durante la Segunda Guerra Mundial, pagando con su vida esta elección consciente. También hay un fuerte deseo de que "en todos nosotros, el testimonio martirial de la familia Ulma suscite el deseo sincero de profesar y vivir la fe con valentía".
Las reliquias de los Ulma, han sido colocadas este lunes en un altar lateral de la iglesia de Santa Dorotea, en Markowa (Polonia), para la veneración pública.