El último caso en salir a la luz en los medios es el de Layla Jane, mujer californiana de 18 años que ha demandado a los médicos de Kaiser Permanente, un importante consorcio médico. Le administraron bloqueadores de la pubertad y testosterona cuando tenía 12 años y le realizaron una doble mastectomía radical cuando tenía solo 13 años.
“No se me debió permitir cambiar de sexo a una edad a la que no podía consentir legalmente en practicar sexo ”, argumentó Layla en Fox News: “No he salido mejor de esta experiencia, y creo que la transición simplemente echó gasolina al fuego de mi problemas preexistentes”.
A Layla le perturbó severamente el que, cuando tenía 11 años, ella misma se autodiagnosticase disforia de género. Su madre la llevó a los médicos, que le recetaron testosterona y una mastectomía tras solamente dos consultas presenciales de 30 y 75 minutos.
La demanda alega que los médicos presentaron a los padres de Layla el falso dilema: “¿Prefieres un hijo vivo o una hija muerta?”
Según la abogada de Layla Jane, en la intervención que se le hizo falló el consentimiento informado, porque no fueron atendidos los trastornos psicológicos que padecía la niña y ni ella ni sus padres fueron informados de que el 80-90% de los adolescentes que desean la transición desisten de hacerlo al final de ese periodo vital .
“Son decisiones con las que tendré que vivir el resto de mi vida”, afirmó Layla: “Quiero unirme al creciente grupo de detransicionadores para que ningún otro niño tenga que sufrir la tortura por la que yo pasé en manos de médicos en quienes debía haber podido confiar”.
Su abogada, Hermeet Dhillon, del Center for American Liberty de San Francisco, asegura que “lo que denominaron ‘tratamiento’ quienes asistieron a Layla es un vil y fallido experimento médico que claramente violó los protocolos de atención”.
“La atención sanitaria de Layla violó manifiesta y temerariamente el estándar de atención en este y otros casos”, dice Dhillon: “Vamos a intentar que se responsabilicen de lo que hicieron, y juntos intentaremos detener este tratamiento en serie, insensible y destructivo para los niños, que implementa prácticas woke, anticientíficas y bárbaras