Los ahorristas son, en general, grandes inversores, fondos internacionales que entran al país atraídos por la bicicleta financiera; depositan dólares, se convierten a pesos y los bancos los colocan en letras de liquidación con la tasa más alta del mundo. El gobierno poco informa sobre el número total de deuda, una bola formada por la deuda del Tesoro, más la del Banco Central, más la de fondos fiduciarios, más deudas de provincias y municipios, más juicios perdidos con sentencia en firme, por los datos que se conocen surge una deuda consolidada de 540 mil millones de dólares, aunque todos los especialistas aseguran que es mayor.
Mientras el asalariado, las empresas y los sectores productivos pierden, las entidades financieras y los bancos ganan. La economía se mueve con crédito y el crédito en la Argentina lo tiene acaparado el Estado. La mayor parte del dinero depositado en los bancos es usada por estos para prestarle al Estado, para que este a su vez aguante el pago de los intereses de la deuda pública.
A esto se debe sumar la fuga de capitales locales hacia el dólar billete como modo de resguardarse, que tiene la población, del ajuste y la inflación. A marzo de este año los argentinos tienen acumulados U$S 261.124 millones (dólar billete) lo que representa un incremento de USD 3.047 millones respecto al mismo período del año pasado. Durante el mes de junio 778.000 ahorristas compraron sus U$S 200 ahorro y la bola sigue creciendo.
La misión fundamental que debería cumplir el sector financiero en una economía es la de captar el excedente (ahorro) y canalizarlo hacia los que requieren dinero (inversión, producción, consumo), garantizando así el ciclo económico de un crecimiento que genera desarrollo. El sector financiero debe crear y ofertar aquellos productos que mejor se adaptan a las necesidades de los ahorristas y los inversores, de manera que ambos obtengan la mayor satisfacción con el menor costo, solo así se logra la estabilidad monetaria.
Cuando el sector financiero crece sobre si mismo mediante diferentes procedimientos de bicicleta financiera y el dinero deja de ser un bien útil y necesario para el desarrollo productivo y es utilizado prioritariamente para la especulación se destruye el salario, la capacidad de consumo y la inversión productiva. Crece la usura sobre el trabajo.
A esto debe sumarse como agravante que el ahorro social que producen los sectores del trabajo para atender necesidades futuras: jubilación, enfermedad, desempleo, recaudado por ANSES, las obras sociales, los fondos de desempleo también fueron acaparados por los gobiernos para utilizar esos fondos y financiar su propio déficit. La gravedad económica de esto se acrecienta porque dichas operaciones de vaciamiento de esos fondos de ahorro social fueron consentidas, aplaudidas y votadas por los mismos que dicen representar y defender los intereses del pueblo trabajador. Del mismo modo que hicieron los representantes de las provincias respecto de la masa impositiva que fueron dejando en manos del gobierno nacional consolidando el centralismo decisor.
Los niveles de endeudamiento del tesoro nacional hipotecan el desarrollo humano y económico como los señalaron oportunamente Juan Pablo II y Francisco
“Habiendo cambiado las circunstancias tanto en los países endeudados como en el mercado internacional financiador, el instrumento elegido para dar una ayuda al desarrollo se ha transformado en un mecanismo contraproducente. Y esto ya sea porque los Países endeudados, para satisfacer los compromisos de la deuda, se ven obligados a exportar los capitales que serían necesarios para aumentar o, incluso, para mantener su nivel de vida, ya sea porque, por la misma razón, no pueden obtener nuevas fuentes de financiación indispensables igualmente. Por este mecanismo, el medio destinado al desarrollo de los pueblos se ha convertido en un freno, por no hablar, en ciertos casos, hasta de una acentuación del subdesarrollo.” (Juan Pablo II,)
“En nuestra Patria se presenta una vez más el desafío de atender la deuda pública, sin dejar de atender las deudas sociales. La Iglesia en su solicitud pastoral no ha ignorado este problema, ya que afecta a la vida de muchas personas, señalando en varias oportunidades que las obligaciones emergentes de situaciones creadas por la deuda externa no pueden y no deben soslayar la mirada ética respecto de los compromisos con la deuda social que nacen, precisamente, de un orden económico que ha privilegiado la especulación financiera por encima de la producción y el trabajo digno” (Francisco-CEA).