La sonrisa de Juan Pan Peralta (63) se ensancha cuando habla del familión que construyó junto a su mujer Florencia Méndez Tronge (56). Pero en este caso, familión no es una exageración: el matrimonio tiene 12 hijos , con una diferencia de 13 años entre la mayor y el menor.
Florencia (34), Juan (33), Fátima (32), Manuel (30), Nicolás (28), Felicitas (26), Margarita (25), Miguel (22), Jacinta (18), Rafael (17), Amparo (15) y Tobías (13).
Todos nacieron por parto natural y con el mismo obstetra, los siete primeros en el Sanatorio Mater Dei de Capital Federal y los cinco restantes en el Hospital Austral de Pilar. Nunca faltó el retrato en el sanatorio de todos bien vestidos junto al hermanito nuevo.
El matrimonio vive en Bella Vista y el pasado 21 de noviembre cumplieron 35 años de casados. La familia representa su galardón más importante por el cual moviliza los esfuerzos y sacrificios que hagan falta. “Todos valen la pena. Cambié mi profesión por ella y hasta me mudé de zona” , le cuenta Juan a Clarín.
Es que Juan tuvo un solo hermano y por eso siempre soñó con formar una familia numerosa . Coincidió con Flossy, como llama a su mujer, en el mismo deseo.
El desafío económico
Juan fue criado con el concepto de que el hombre debía mantener a la familia. Por eso, en algún momento sostuvo tres trabajos: en el registro automotor de lunes a viernes, también administraba un campo en Los Toldos y dos fines de semana al mes controlaba la siembra.
“No alcanzaba la plata y mis padres me habían enseñado que el hombre tiene que poner el lomo y traer el pan a la casa para sacar la familia adelante. Mi mujer tiene una capacidad de logística infernal para organizar y conseguir precios en mayoristas. Creo que cada uno se fue acomodando en el lugar donde era más eficiente”, afirma.
“Para que alcance la plata hago listas a la noche y armo un presupuesto. Constantemente recorro mayoristas para buscar y comparar precios. Pero ahora es bastante complicado porque todas las semanas aumentan. Juan se encarga de las cuentas bancarias”, describe Florencia. En cuanto a la organización, asegura que desde la pandemia se acostumbraron a dividir tareas: dos ponen la mesa, dos cocinan y dos lavan.
"Tratamos de que los chicos tengan alguna tarea doméstica. Los varones, por ejemplo, se encargan de los trabajos más pesados: sacar la basura, pasar el limpia fondo en la pileta, tirar el cloro o cortar el pasto. Y las mujeres se ocupan de bajar el tacho de la ropa sucia y otras tareas", retrata Juan.
Florencia acota: “Empiezo a limpiar la casa de arriba a abajo bien temprano. Siempre estoy haciendo algo a la vez, por ejemplo cuando ando en bicicleta escucho alguna conferencia para seguir formándome. Trato de desafiarme diciendo que voy a poder con todo”. La familia también cuenta desde hace años con una persona de confianza que ayuda en los quehaceres hogareños.
Gastar en lo justo y necesario
El dinero escasea y el que hay se usa en función de las necesidades y de un orden de prioridades. Así lo experimenta esta familia. “Se cuida la ropa para evitar gastos. Muchas de las compras se hacen en mayoristas o en fábricas en Avellaneda. Les pedimos a los chicos que cuiden las cosas porque todo cuesta y que se fijen en pequeños detalles como apagar la luz cuando no se esté usando”, ilustra Juan.
En su memoria revive una historia. “Mamá, yo creía que la ropa bajaba de la baulera ”, le dijo la más chiquita a Flossy cuando fueron a comprar un vestido. “Es que ella veía que su mamá subía a la baulera y bajaba bolsas de ropa que le daba como herencia de sus hermanas para usar”, le explica a Clarín.
Florencia cose, recicla y está tejiendo unos tops para el verano. “Mis hijos se vestían con ropa de mis hermanos y hoy, mis nietas tienen los vestidos que usaban mis hijas. La ropa de marca se la van comprando con su trabajo cuando son más grandes ”, cuenta.
"Se gasta en lo justo y necesario. Si los gastos se justifican, como el hecho de comprarle ropa al chico que empieza a trabajar, se hace el esfuerzo. Así uno va estirando la plata. Siempre hay cosas que no se pueden hacer", asume Juan.
“En los partos, como regalo, mi suegra contrataba a un joven para que a la tarde nos ayudara con los pooles. Empezaba la recorrida a las 17 y terminaba destruido a las 20”, otra reminiscencia que aflora entre las vivencias de Juan.
En cuanto a la situación económica del país, asume que siempre fue difícil mantener a muchos chicos. “Está todo por las nubes. La proporción del gasto que significan las cuotas del colegio, la obra social y la comida con respecto al sueldo es cada vez mayor . En el 2001 nacía la novena. Fue terrible, pero me da la sensación de que ahora es peor porque veo jóvenes con 6 o 7 hijos que no tienen acceso al crédito. Yo sigo pagando un crédito hipotecario que terminaré de financiar dentro de cuatro años”, se angustia.
“Durante nueve años iban ocho chicos juntos a la escuela, por lo que no pagábamos por los últimos tres. Además, nos hacían mucho descuento”, señala Florencia. Y menciona que la puerta de su casa era giratoria porque allí tomaba cursos de historia del arte y de formación para mujeres mientras podía amamantar a los más pequeños . “Era una forma de ahorrar plata porque nunca hubiese podido costearlos. Al poner mi hogar y el cafecito, podía hacerlos gratis”, señala.
De hecho, más allá de que no es su deseo, Juan no puede jubilarse porque todavía tiene que pagar al menos 5 años de colegio de Tobías y ayudar a los menores en la vida universitaria.
El es ingeniero agrónomo. Tiene un máster en Dirección de Empresas (MBA) en el IAE y hace 30 años que trabaja en un Registro Automotor. Ella es profesora de Enseñanza Especial, catequista y, desde hace seis años, directora de una ONG que se encarga de madres en estado de vulnerabilidad.
La crianza de 12 hijos
"¿Son todos de la misma madre?", "¿Cómo son las comidas?", "¿Cómo se mueven?", son algunas de las curiosidades de quienes se sorprenden al ver a dos padres con tantos hijos. “Creen que los últimos los educan los mayores y no es así. Es cierto que ayudan en llevarlos y traerlos de sus actividades o con los deberes cuando pueden. Pero seguimos siendo los padres quienes los educamos y llevamos al médico” , señala Juan con convicción.
A lo largo del tiempo, atravesaron distintas mudanzas. La primera vivienda en la que residieron tenía un solo cuarto donde dormían los tres hijos, pero hicieron una obra para tener un cuarto propio. Después, pudieron irse a otra propiedad con dos habitaciones y una especie de playroom.
Juan Pan Peralta (63) y Florencia Méndez Tronge (56) son padres de 12 hijos. Cumplieron 35 años de casados.
Juan Pan Peralta (63) y Florencia Méndez Tronge (56) son padres de 12 hijos. Cumplieron 35 años de casados.
“En aquel momento, estaba por nacer nuestro cuarto hijo, que fue el único caso en que quisimos conocer el sexo antes del nacimiento para saber si nos convenía construir dos cuartos parejos o uno grande y uno chico”, relata Juan.
Hoy, viven en una casa más grande y antigua que originalmente fue pensada para una familia con 11 chicos. “En la parte de arriba hay tres cuartos donde dormían las seis mujeres. Abajo está nuestra habitación y hay dos más en las que estaban los seis varones. Así vivimos durante mucho tiempo hasta que muchos de los chicos se fueron yendo”, cuenta mientras revive en un instante miles de horas de la infancia de sus hijos pasadas en el jardín del hogar.
La experiencia les enseñó que uno aprende a ser padre o madre siéndolo. “Al principio, tratábamos de asistir a charlas de formación y a reuniones sobre liderazgo en familias con matrimonios más grandes que nosotros para aprender”, recuerdan.
Para Florencia, el amor que comparten siempre estuvo abierto a la vida. "De movida, mi base era concebir ocho hijos. Tuvimos cinco en cinco años. Después, fuimos aprendiendo a espaciar "
Agrega Juan: “Cuando los chicos van creciendo, te sorprende ver que los hermanos sean tan distintos entre ellos. Los primeros no tenían celular, pero con los últimos hay que discutir para ponerles una edad mínima y un tiempo acotado de uso. Lo van heredando de sus hermanos. Otro desafío es animarse a decirles que no e imponerles límites”.
“Hoy, solo quedaron seis chicos en la casa y ya sentimos que somos pocos en la mesa. Igualmente, todos los domingos vienen los que pueden. Nos vemos permanentemente. Intentamos compartir un asado los domingos”, destaca.
Juan y Flossy tienen ocho nietos: la mayor cumplió 12 años y la menor tiene menos de un mes. “Como nuestra nieta mayor se lleva casi un año con nuestro hijo menor todavía no somos muy abuelos, pero los dos roles son muy lindos”, bromean.
Diversión garantizada
En una familia numerosa abundan las anécdotas. Juan está convencido de que existe un agujero negro entre el tacho de ropa sucia y el cajón porque siempre desaparecen las medias, a pesar de cada uno tenga su color.
“Un día me fui a comprar unas de Jake Marks para diferenciarlas del resto, pero a las dos semanas ya no las encontraba. Hasta que una mañana, cuando el décimo estaba por salir rumbo a la escuela, veo que por su rodilla se asomaba la inscripción Jake Marks”, se entretiene.
El modo de vacacionar fue variando con el tiempo. “Al principio, teníamos poca plata y dependíamos de la generosidad de mis suegros. Durante muchos años, fuimos al campo de ellos. Cuando la situación mejoró, alquilamos casas chicas en Cariló, pero cuando los chicos fueron creciendo preferimos visitar Bariloche por el ambiente y porque también iban muchos de nuestros amigos. Eran camadas de 40 o 50 chicos de entre seis y 18 años. Nos divertíamos subiendo al Tronador y haciendo caminatas por el lago”, describe.
Y recuerda: “En el Automóvil Club bajaban todos juntos para ir al baño y cuando entraban en tropel al restaurante siempre había un matrimonio grande que se acercaba para ofrecerles comida. Nos decían: “Esto no lo tocamos, se lo damos a los chicos si quieren” y ellos lo devoraban en dos segundos”.
A veces, llevaban amigos de los más grandes. “Hubo un año en que éramos 25, porque tres o cuatro estaban de novios. Nos turnábamos para lavar los platos. En la sobremesa siempre aprovechamos para charlar y compartir un momento mágico”, dice.
El presente de los 12
Hoy, dos de los hijos viven en Barcelona, otros en Trenque Lauquen y el resto en Bella Vista.
Los treintañeros: Florencia (34), que nació cuando Juan tenía 28 años, está casada y tiene cuatro hijos. Es terapista ocupacional y trabaja en un colegio. Juan (33) también formó matrimonio y hace unos días nació su tercer hijo. Es abogado y está por ser nombrado adscripto en una escribanía. Fátima (32) es licenciada en Administración de Empresas y vive en Barcelona, donde trabaja en Sony. Manuel (30) tiene un hijo junto a su esposa, es agrónomo como su padre y trabaja en Bayer.
Los veinteañeros: Nicolás (28) es licenciado en Administración de Empresas y trabaja en Toyota. Felicitas (26) es licenciada en Organización de Eventos y también vive en Barcelona, donde trabaja como tesorera de una empresa catalana. Margarita (25) es trabajadora social y se desempeña como coordinadora en un centro comunitario dependiente de una parroquia de José C. Paz. También maquilla y peina a novias para producciones de fotos. Miguel (22) estudia Administración en Sistemas y Empresas y trabaja en Control Unión.
Los menores: Jacinta (18) es estudiante de primer año de Relaciones Públicas. Rafael (17) está en el último año de secundaria. Amparo (15) cursa el cuarto año de secundaria y Tobías (13), que nació cuando Juan tenía 49 años, atraviesa el segundo año de la secundaria.
Para Juan es muy gratificante observar cómo sus hijos resuelven las cosas de la vida cotidiana. Se emociona cuando charlan, se cuidan y ayudan entre ellos, compartiendo sus alegrías y logros.
"La familia numerosa te enseña que se puede ser feliz sin tanta cosa . Estoy feliz por el hecho de que todos son buenas personas, respetan a la gente, son honestos y trabajadores, tienen valores y son gente de bien", agradece. Y concluye: "La cantidad de hijos la deciden tres personas: el padre, la madre y Dios.
Nosotros nos animamos a tirarnos a la pileta y digo esto porque uno no sabe cómo va a ser tu situación económica en el futuro. Y eso da mucho vértigo".