Como aficionado a la historia he tenido la ocasión de corroborar muchas veces que la verdad histórica sobre los hechos, requiere un tiempo considerable de perspectiva que permita una mayor objetividad y desapasionamiento sobre lo analizado.
¿Y casi medio siglo no es suficiente?
En nuestro caso no, porque gran parte del poder político y económico de quienes gobiernan se sostiene en la demonización del otro bando, en una visión unilateral y subjetiva de los hechos.
Porque todo arranca desde mucho antes e inocentes son muy pocos. Cuando Fidel Castro llegó al poder por las armas en 1959, en el resto del continente surgió en parte de la juventud el deseo irrefrenable de imitarlo. Incluso dentro de la Iglesia, el sector de los sacerdotes tercermundistas sostenía que el deber de todo cristiano era ser revolucionario.
Paulatinamente los actos de sabotaje y vandalismo fueron aumentando hasta tornarse en algo cotidiano.
La sociedad intentó una primera respuesta a través de la ley N° 19053 de 1971 que creaba la Cámara Federal Penal de la Nación y que ejercía fuero de atracción sobre los actos terroristas que hasta ese momento habían sido dificultosamente juzgados debido a la diversidad de hechos, a que una operación se planeaba en una ciudad, se ejecutaba en otra y sus efectores se refugiaban en una tercera, por poner un ejemplo.
La Cámara empezó a funcionar y los actos subversivos a tener su correspondiente castigo legal. Pero un acontecimiento cambiaría radicalmente los hechos. La liberación de los terroristas detenidos el 25 de Mayo de 1973 ante la inacción y el visto bueno de Héctor Cámpora que asumía la presidencia ese día. Uno a uno los jueces, fiscales y secretarios de esa Cámara fueron librados a su suerte. Amenazados y perseguidos algunos marcharon al exilio y otros fueron asesinados.
Cuando Perón llegó a la presidencia intentó reactivar la institución pero nadie quería integrarla aunque les ofrecieron jugosos sueldos para hacerlo. Nadie quería poner en riesgo la propia vida o la de su familia dada la inestabilidad política del país y la frágil salud del mismo Perón.
Mientras tanto, las organizaciones subversivas le habían declarado formalmente la guerra al Estado Argentino . A Montoneros no le importaba que Perón fuese ahora el presidente y que hubiera ganado con el 60% de los voto. Tan fuertes y seguros se sentían. El ERP se entrenaba en Cuba y mataba aquí. Lo mismo las organizaciones satélites de estas dos. Copamientos de cuarteles y comisarías, bombas, atentados de todo tipo, secuestros, fusilamientos a gente indefensa. las víctimas civiles también iban en aumento y muchos eran niños, hijos de militares o de obreros, como Juan Eduardo Barrios de 3 años que estaba tomando un helado con su mamá. Su padre murió durante la pandemia sin haber recibido justicia, consuelo ni indemnización.
Inutilizada la vía legal, la puerta se abrió para la justicia por mano propia. Es la hipótesis que sostiene Juan B. "Tata" Yofre en "Volver a matar" uno de los títulos de su investigación publicada por editorial Sudamericana. El peronismo ortodoxo respondió al asesinato de sus dirigentes - el más significativo fue el de José I. Rucci - con la Triple A y armando a los sindicatos. Los militares después del 76 con secuestros y desapariciones, represión feroz, detenciones que incluían torturas y vejaciones, apropiamientos ilegal de niños, encarcelamiento de inocentes que perdieron años de su vida en cárceles por haber sido peregiles de otros pícaros que los usaban como carne de cañón o de dirigentes que no compartían en absoluto la lucha armada.
Endeudaron y empobrecieron al país, se apropiaron de bienes de sus víctimas, gobernaron sin alma. A la violencia irracional y asesina de la izquierda le pagaron con la misma moneda. Se lo confesó Videla a Ceferino Reato en la cárcel cuando supo que no iba a salir nunca de ahí.
También he corroborado esa verdad que enseña que la historia debe servir para no repetir los errores del pasado.
¡Nunca más debe la violencia regir las relaciones en nuestra sociedad! Los argentinos debemos aprender a convivir en paz siempre, a utilizar el diálogo siempre, a buscar la concordia y la unidad siempre, a coexistir hermanados a pesar de las diferencias. La sangre de muchos compatriotas así lo reclama.