Con esa argumentación de la escala real de las cosas corresponde en paralelo la escala de las ciencias.
La ciencia económica en el siglo XXI se parece a una peste que recaló en el corazón y en la inteligencia de muchos. El núcleo de esta corrupción es que la perspectiva y fundamentos están alejados del ser humano y, consecuentemente, de la realidad y de la naturaleza.
La ciencia económica actual se fundamenta en la abstracción matemática y, desde ese lugar, se realizan todo tipo de cálculos que permiten conclusiones como decir que el Riesgo País de Argentina es mayor que el de Ucrania. Digo esto porque circula una información en las redes sociales (Twitter específicamente) que señala que el Riesgo País de Argentina es mayor que el de Ucrania.
¿Cómo se puede justificar semejante cosa? A partir de diversos cálculos matemáticos que arrojan números y a partir de esos números se aportan otras variables también sometidas a sofisticados algoritmos para llegar a un ranking y nos habilitan a decir tal barbaridad. Le propongo un ejercicio, querido lector.
Imagine cómo puede ser la vida de 20 millones de argentinos que estuvieron de vacaciones entre diciembre del 2022 y enero del 2023 y los 7.9 millones de ucranianos que huyeron de su país en busca de refugio y el resto de la población ucraniana que se quedó para vivir una guerra. Imagínese la vida de esos niños sorteando las temperaturas bajo cero y los bombardeos contra los niños argentinos disfrutando del calor y la vida en paz. ¿Quién considera usted que tiene mejores realidad y perspectivas de vida?
Como el ser precede al obrar, las consecuencias éticas emergen para su valoración. Lo invito, querido lector, a contrastar siempre estos postulados económicos que motivan a las principales instituciones internacionales multilaterales con datos de la vida real de los seres humanos incluyendo al medio ambiente en el que viven.
Y esto lo enseña la Iglesia desde su magisterio con los incansables pedidos del Papa Francisco para humanizar la economía, que suenan como un eco de lo que claramente manifestó Benedicto XVI en Caritas in Veritate “La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y a rechazar las negativas”. De este modo, la crisis se convierte en ocasión de discernir y proyectar de un modo nuevo. Libres de las cargas ideológicas, “que con frecuencia simplifican de manera artificiosa la realidad”, buscando la libertad de los hijos de Dios para “examinar con objetividad la dimensión humana de los problemas”.
No caigamos en la trampa que tejen aquellos que privilegian las ideologías más egoístas por sobre los seres humanos.