La pareja afectada demanda a la clínica de fertilidad
¿Qué pasa cuando, por error humano, una madre gesta un bebé que corresponde a otra pareja?
Cuando tras el nacimiento estaban por dejar la clínica, el padre observó que el grupo sanguíneo del bebé no se correspondía con el suyo ni con el de su pareja.
Bajo esta premisa, la sospecha de ambos apuntaba a que el embrión correspondía a otra pareja. Tras la denuncia, la justicia de San Isidro comenzó una investigación para determinar la existencia de delitos tales como supresión de identidad, estafas y lesiones. Se allanó el sanatorio (que al repasar el protocolo de acción no reveló dónde estuvo la falla) y se contactó a las personas a quienes podría corresponder el bebé. No obstante, la causa penal se cerró: para la justicia se trató de un error sin dolo, aunque podría haber lugar a una demanda por daños y perjuicios. También se averiguó sobre el destino que, finalmente, había tenido el embrión aportado por ellos y fueron notificados de que previamente debió ser eliminado porque en simultáneo, hubiera sido gestado por otra familia.
Nudos legales y cruces filosóficos se cuecen en torno al suceso. Sin ir tan lejos: ¿a quién corresponde el niño? ¿A la familia que lo gestó, o bien a quienes aportaron el material genético? El niño ¿podra saber quiénes son sus padres biológicos?
La pareja, asimismo, podría demandar por daños y perjuicios porque se les brindó un embrión distinto, al tiempo que sufrió una mala praxis porque en ningún momento se les informó el estado real de su embrión original.
“En este caso, el material genético es de una donante de óvulos, mientras que quien ha aportado el material genético que corresponde al semen no se sabe. Por eso, la pregunta que hay que hacerse es si debemos indagar quién fue el aportante, “Hay que tener en cuenta que a los donantes de material genético muchas veces les da igual a dónde va destinado, por algo van y donan. El varón, por su parte, no sabe con qué material genético se mezcló: quizás aportó para que se utilice en el cuerpo de su pareja y por error se terminó aportando en el cuerpo de otra mujer”.
Antecedentes: más preguntas que respuestas
A fines de 2019 se conoció un caso similar en Estados Unidos. Una pareja de California recurrió a una clínica de fertilización con la esperanza de ser padres y luego de nacido su bebé advirtieron que, sorpresivamente, no se parecía a ninguno. De hecho, tenía rasgos físicos tan diferentes que llamaban la atención. Ante la duda, decidieron realizarse una prueba de ADN y confirmaron sus presunciones: el niño gestado no era su hijo biológico: la pareja demandó al Centro de Salud Reproductiva de California y a In VitroTech Labs, el laboratorio de embriología a cargo.
Diez años antes, en 2009, una mujer de Ohio inseminada artificialmente descubrió que el embrión no le pertenecía. Desde la clínica, le comunicaron el error cuando llevaba dos meses de embarazo y fue noticia. En esta ocasión, decidió preservar el embarazo para luego entregar el bebé a sus padres biológicos.
Mas allá de ésta situación, la dignidad de la persona gestada no disminuye por el modo en que fue concebida. Pero ciertamente nos pone de manifiesto que la ciencia no debe avasallar los límites de la naturaleza ni la moral, porque termina afectando al propio hombre que pretende ayudar.
Es decir que la ciencia puede realizar lo necesario para ayudar a concebir pero nunca reemplazar la unión por la que un ser humano es concebido. Allí está el límite y el problema de estos tipos de procedimientos que pretenden traer una solución y terminan degradando al hombre