Si bien el fallecido papa no tuvo una prolífica relación con los gobiernos argentinos que coincidieron con su pontificado (mayo 2005 a febrero 2013 – presidencias de Néstor y Cristina Kirchner) ocurrieron algunos hechos que pusieron de manifiesto concepciones diferentes respecto a la política y el orden social.
Pretendemos en este análisis superar miradas sectoriales. Intentar buscar a favor o en contra de qué político estuvo Benedicto XVI no solo es una nimiedad histórica, sino el desconocimiento del bagaje cultural, filosófico y teológico que transmitió Joseph Ratzinger durante todas las funciones que le tocó desempeñar.
Dios y el Cesar
El primer hecho a considerar fue la decisión de Néstor Kirchner de expulsar del Obispado Castrense a monseñor Antonio Baseotto por su crítica a la postura proaborto y antinatalista del entonces ministro de Salud, Ginés González García . Monseñor Baseotto vinculó la reprochable política sanitaria que pretendía llevar adelante el ministro con la conocida cita evangélica donde nuestro Señor afirma: «mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello y se le arrojase al mar». La expresión fue manipulada por el ejecutivo nacional como si fuera una apología a la represión militar (vuelos de la muerte), con intención de encontrar un justificativo para destituir al obispo castrense cuya clara doctrina resultaba incómoda por su denuncia a la política de salud que se pretendía implementar.
El Vaticano no aceptó tal intromisión y nombró nuevo obispo castrense dos años después, cuando monseñor Baseotto cumplió la edad canónica de retiro. No fue de extrañar la posición de Roma pues para Benedicto XVI el hombre público debe inspirar su conducta en la vida de Tomás Moro por su fidelidad a los valores superiores, siendo el “buen servidor” que contraría a su Rey y elige primero a Dios, aunque en ello le lleve la condena social e incluso la propia vida. El dilema que enfrentó el erudito inglés era para el Papa Benedicto XVI el modo cómo debe resolverse una cuestión entre lo que se debe al César y lo que a Dios se debe. Con dicha actitud demostró su apoyo a la posición del obispo expulsado frente a la indebida injerencia del poder político en una cuestión eclesial.
Es claro en el pensamiento de Benedicto la distinción de las competencias propias de cada orden, religioso y político. Distinción que no representa negación ni confrontación pues en ambas realidades se desenvuelve el hombre. “…La motivación para su trabajo como político, no debe ser el éxito y mucho menos el beneficio material. La política debe ser un compromiso por la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz” (1) y no solo la búsqueda del poder o del éxito por sí mismo a remedo del príncipe maquiavélico.
El abandono de lo sobrenatural trae lo antinatural
El segundo hecho de suma relevancia fue la sanción de la llamada Ley de Matrimonio Igualitario (julio 2010) muy celebrada en estas latitudes por la presidente Cristina Kirchner y condenada con precisión por Benedicto en consonancia con la tradición cristiana y el orden natural. “…Es una contradicción con todas las culturas de la humanidad que han seguido hasta ahora, y esto significa una revolución cultural que es opuesta a toda la tradición de la humanidad hasta hoy». Yendo más lejos aún, Monseñor Ratzinger advirtió sobre la tiranía que impondría el lobby gay «Hace cien años a todo el mundo le hubiera parecido absurdo hablar de matrimonio homosexual. Hoy el que se oponga a él será excomulgado socialmente ». (2)
Al Papa Benedicto XVI le preocupaba la marginación de los principios del orden natural del ámbito público que produce este de tipo legislación, llegando incluso a la exigencia práctica de dejar de lado la religión, en ella ve una función correctora respecto de la política pues sin su ayuda “la razón puede ser también presa de distorsiones, como cuando es manipulada por las ideologías o se aplica de forma parcial en detrimento de la consideración plena de la dignidad de la persona humana” … “consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos”. (3)
Dos miradas, dos ciudades
Tales hechos, que atraviesan todas las dimensiones humanas, nos demuestran que estamos frente a miradas diferentes que se hacen más palpables cuando colisionan en el terreno de las realidades públicas. Aquí podemos sacar, entonces, algunas enseñanzas.
La política viene un tanto maltrecha en nuestro país. Sea por la consideración negativa que tiene un extenso sector de la sociedad respecto de ella. Sea por la deuda que vienen sumando en las últimas décadas diferentes gobiernos respecto de las necesidades del pueblo. Sea por un sistema de representación que se terminó volviendo en contra de sus representados. Sea por cómo entiende y ejerce el poder la clase política.
Para Benedicto XVI “la política es un ámbito muy importante del ejercicio de la caridad ” y no la actividad agonal y de confrontación a la que nos tienen acostumbrados; “trabajar por el bien común es cuidar, por un lado, y utilizar, por otro, ese conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social, que se configura así como polis, como ciudad. Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que responda también a sus necesidades reales” (4).
En otro sentido también advirtió el Papa Benedicto sobre los abusos interpretativos de la expresión conciliar legítima autonomía de las realidades terrenas . “Esta afirmación conciliar constituye la base doctrinal de la «sana laicidad», la cual implica que las realidades terrenas ciertamente gozan de una autonomía efectiva de la esfera eclesiástica, pero no del orden moral” … “implica que el Estado no considere la religión como un simple sentimiento individual, que se podría confinar al ámbito privado . Al contrario, la religión, al estar organizada también en estructuras visibles, como sucede con la Iglesia, se ha de reconocer como presencia comunitaria pública” … “A la luz de estas consideraciones, ciertamente no es expresión de laicidad, sino su degeneración en laicismo, la hostilidad contra cualquier forma de relevancia política y cultural de la religión; en particular, contra la presencia de todo símbolo religioso en las instituciones públicas” (5)
El poder desbocado
Cuando el poder se separa del derecho, no solo lo confronta, sino que busca pisotearlo y convierte a quienes ocupan las funciones de gobierno en una cuadrilla de bandidos con el propósito de destruir lo justo y subordinar el bien de la comunidad a su propio bien o interés. Con precisión critica Benedicto XVI la utilización de la voluntad popular como justificativo para adoptar posiciones totalitarias y contrarias a derecho “para gran parte de la materia que se ha de regular jurídicamente, el criterio de la mayoría puede ser un criterio suficiente. Pero es evidente que, en las cuestiones fundamentales del derecho, en las cuales está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de la mayoría no basta: en el proceso de formación del derecho, una persona responsable debe buscar los criterios de su orientación”. (6)
Debemos concluir, siguiendo a Benedicto XVI, que estamos obligados a resistir toda norma contraria a la moral objetiva antes que obedecer lo que éstas mandan con el único fundamento de su sanción según el marco institucional vigente. La referencia inmediata es el aborto, pero el criterio señalado por el Papa aplica perfectamente a otras cuestiones de la vida social tales como: Educación Sexual Integral, matrimonio igualitario, identidad de género, restricción a la libertad religiosa, políticas confiscatorias, etc.
Pero ¿Cómo se reconoce lo que es justo? La respuesta del Papa es erudita, argumenta en que ha sido precisamente el cristianismo la única religión que no utilizó la referencia a la voluntad divina para imponer una forma de Estado o sociedad. Se ha remitido en ello a la naturaleza y a la razón objetiva como modo de discernir el derecho, lo que supone esa armonía que se funda en la razón creadora de Dios. (7)
Rechaza con ello la razón positivista imperante en nuestros días, donde la voluntad humana es el fundamento exclusivo de todo ordenamiento, sujeto a la volatilidad de lo subjetivo. Asemeja el Papa este subjetivismo positivista “a los edificios de cemento armados sin ventanas, en los que logramos el clima y la luz por nosotros mismos, sin querer recibir ya ambas cosas del gran mundo de Dios. Y, sin embargo, no podemos negar que en este mundo autoconstruido recurrimos en secreto igualmente a los “recursos” de Dios, que transformamos en productos nuestros. Es necesario volver a abrir las ventanas, hemos de ver nuevamente la inmensidad del mundo, el cielo y la tierra, y aprender a usar todo esto de modo justo”. (8)
La realidad política de nuestro país se caracteriza por la inestabilidad institucional, los magros resultados en términos de bien común y la falta de esperanza política que entristece a la mayoría de los argentinos; todo ello se debe al abandono de la verdadera política y a la necesidad de reformular nuestro ordenamiento jurídico institucional sobre los valores y creencias de nuestra época fundacional. Es bueno y oportuno considerar el magisterio de Benedicto sobre las realidades temporales para dar el salto cualitativo que necesitamos.
1. Discurso ante el Parlamento Federal Alemán (22/9/2011)
2. Benedicto XVI. Una Vida. Peter Seewald
3. Discurso ante el Parlamento Ingles (17/9/2010)
4. Caritas in veritate, 7
5. Discurso al 56 Congreso Nacional de Juristas Católicos Italianos (9/12/2006)