Gloria Purvis: Santo Padre, el aborto es un tema muy politizado en Estados
Unidos. Sabemos que está mal y recientemente la Corte Suprema de Estados
Unidos decretó que no hay un derecho constitucional al aborto, aunque esto aún parece afectar a la Iglesia en el sentido de que nos divide. ¿Los obispos deben darle prioridad al aborto en relación a otras cuestiones de justicia social?
Sobre el aborto te digo estas cosas que repito ahora. En cualquier libro de embriología se dice que un poco antes del mes de la concepción ya están delineados los órganos en el feto chiquitito y el DNA. Antes que la madre se dé cuenta. Por tanto, es un ser humano vivo. No digo una persona, porque se discute eso, pero un ser humano. Y me hago dos preguntas. ¿Es justo eliminar un ser humano para resolver un problema? Segunda pregunta: ¿es justo alquilar un sicario para resolver un problema? El problema es cuando esta realidad de matar a un ser humano se transforma en un problema político. O cuando un pastor de la iglesia entra en una categorización política. Cada vez que un problema pierde pastoralidad, ese problema se transforma en un problema político. Y pasa a ser más político que pastoral. O sea, no dejemos que nadie se apropie de esa verdad que es universal. No es de tal partido o de tal otro. Es universal. Cuando yo veo que un problema como este, que es un crimen, adquiere una intensidad fuertemente política, yo digo, ahí falta pastoralidad en el modo de abordar ese problema. Sea en este problema del aborto como en otros problemas, no hay que perder de vista la pastoralidad: un obispo es un pastor, una diócesis es el santo pueblo fiel de Dios con su pastor. No podemos tratarlo como si fuera una cosa civil.
Gerard O’Connell: La pregunta era si la Conferencia episcopal pone la lucha contra el aborto, como el problema número uno, el resto es secundario...
Mi respuesta es: es un problema de la Conferencia Episcopal que tiene que resolver dentro de ella. A mí lo que me interesa es la relación del obispo con el pueblo, que es lo sacramental. Lo otro es organizativo y las conferencias episcopales a veces se equivocan. Basta mirar en la Segunda Guerra ciertas opciones que alguna Conferencia Episcopal tomó y estaba equivocada de un punto de vista político o social. A veces gana una mayoría que quizás no es la que tiene razón o no. O sea, que quede claro esto: una Conferencia Episcopal normalmente tiene que dar sus opiniones sobre fe y costumbres, pero sobre todo sobre organización diocesana y etc. La parte sacramental del oficio pastoral está entre la relación del pastor y el pueblo de Dios, del obispo y su pueblo. Y eso no lo puede delegar en la Conferencia Episcopal. La Conferencia ayudará a hacer cursos, son muy meritorios los que hace, pero el pastor es más importante. Más que importante, yo diría lo esencial, lo sacramental. Evidentemente cada obispo tiene que buscar la fraternidad con los otros obispos, eso es importante. Pero lo esencial es la relación con su pueblo.
Kerry Weber: Santo Padre, como usted sabe, las mujeres en la Iglesia han contribuido y pueden contribuir mucho en la vida de la Iglesia. Y usted ha designado muchas mujeres en el Vaticano, lo cual es muy bueno. Sin embargo, muchas mujeres se sienten dolidas porque no pueden ser ordenadas sacerdote. ¿Qué le diría a una mujer que ya está sirviendo en la vida de la Iglesia, pero que siente específicamente estar llamada al sacerdocio?
Es un problema teológico. Creo que amputamos el ser de la Iglesia si consideramos solo la vía de la ministerialidad. El camino no es sólo la ministerialidad. La Iglesia es mujer. La Iglesia es la esposa. No hemos desarrollado una teología de la mujer que refleje esto. La vía de la ministerialidad podríamos decir que es la de la Iglesia Petrina. Estoy usando una categorización de los teólogos. El principio petrino es el de la ministerialidad. Pero hay otro principio que es más importante todavía, del que no hablamos y es el principio Mariano, que es el principio de la femineidad en la Iglesia, de la mujer en la Iglesia, donde la iglesia se espeja a sí misma porque ella es mujer y es esposa. Una Iglesia con solo el principio Petrino sería una Iglesia que se puede pensar reducida a la
ministerialidad, nada más. Pero la Iglesia es más que un ministerio, es el pueblo de Dios todo. La Iglesia es mujer. La Iglesia es esposa. Entonces la dignidad de la mujer va espejada en esta línea. Hay un tercer camino que es el administrativo. El camino ministerial; el camino eclesial, digámoslo así, Mariano; y el camino administrativo, que no es una cosa teológica, es una cosa de administración normal. Y en este aspecto, creo que hay que dar más lugar a la mujer. Y acá, en el Vaticano, los lugares donde hemos puesto mujeres está funcionando mejor. Por ejemplo, en el Consejo de la Economía, que son seis cardenales y seis laicos, hace dos años nombré a cinco mujeres entre los seis laicos y eso es una revolución. La vice gobernadora del Vaticano es una mujer. Cuando una mujer entra en política o en gestionar cosas, generalmente lo hace muy bien. Y son las mujeres, hay muchas economistas, las que están renovando la economía en sentido constructivo.
Entonces son tres principios, dos teológicos y uno administrativo. El principio petrino que es el de la ministerialidad, pero la Iglesia con solo eso no funciona. El principio Mariano, que es el del esponsalicio de la Iglesia, la Iglesia esposa, la Iglesia mujer. Es mariano porque María es superior a Pedro y marca toda esa línea mística de la Iglesia mujer. Y el principio administrativo, que no es teológico, sino que es de administración, que es lo que se hace.
¿Y por qué una mujer no puede entrar a los ministerios, a la ordenación? Es porque el principio petrino no da cabida a eso. Sí, tiene que estar en el principio mariano, que es más importante. La mujer es más, asemeja más a la Iglesia, que es mujer y que es esposa. Yo creo que aquí en nuestra catequesis hemos fallado mucho en explicar estas cosas, que en última instancia la hemos explicado con un principio administrativo que, a la larga, no funciona. Esto es una cosa muy reducida, pero quise marcar los dos principios teológicos, el principio petrino, el principio mariano que conforman la Iglesia. Entonces, que la mujer no entre en la vida ministerial no es una privación, no. Tu lugar es aquello, que es mucho más importante y eso es lo que nosotros no hemos desarrollado todavía, la catequesis sobre la mujer en la línea del principio mariano. Y sobre esto, sobre el carisma de la mujer, me permito una experiencia personal. Para ordenar sacerdotes se piden informes a personas que conozcan al candidato. Los mejores informes que yo he recibido, los más justos, o son de hermanos coadjutores, hermanos legos que no son sacerdotes o de las mujeres. ¡Tienen un olfato! Un olfato eclesial para ver si este hombre es o no apto para el sacerdocio.
Una anécdota: una vez pedí informes de un muchacho brillante, brillante, que estaba por ordenarse sacerdote y pedí a los profesores, a los compañeros y también a la gente de la parroquia donde él iba. Y me dieron un informe muy negativo, diciendo ‘es un peligro, este chico no va a funcionar’ en general, de una mujer. Yo la llamé y le pregunté ‘pero por qué’. ‘Mire, no sé por qué, pero si fuera mi hijo, yo impediría que se ordenara sacerdote. Le falta algo’. Y yo le hice caso y le dije al muchacho ‘mirá, este año no te vas a ordenar’. A los tres meses tuvo una crisis y se fue. La mujer es madre y ve mejor el misterio de la Iglesia que nosotros los varones. Por eso el consejo de una mujer es tan importante. Y la decisión de una mujer es mejor.
Matt Malone, S.J.: En Estados Unidos hay quienes interpretan sus críticas al sistema capitalista de mercado, como críticas a Estados Unidos. Incluso hay quienes lo llaman un socialista, un comunista, un marxista. Usted ya dijo muchas veces que sigue el Evangelio, pero ¿cómo le respondería a quienes dicen que lo que usted o la Iglesia dicen sobre la economía no es importante?
Yo siempre me pregunto ¿de dónde viene la calificación? Por ejemplo, cuando regresábamos de Irlanda en el avión, había explotado una carta de un jerarca americano, que me decía de todos los colores. Yo trato de seguir el Evangelio. A mí me ilumina mucho las bienaventuranzas, pero sobre todo el protocolo con el cual vamos a ser juzgados: Mateo 25. Tuve sed y me diste de beber, estuve preso y me visitasteis, estuve enfermo y me cuidaste. ¿Jesús es comunista entonces? El problema que está detrás de esto, que usted tiene razón en tocarlo, es el reduccionismo sociopolítico del mensaje evangélico. ¿Y si yo veo el Evangelio, solamente en modo sociológico, y, sí, soy comunista y Jesús también. Detrás de esas bienaventuranzas y de Mateo 25 hay un mensaje que es propio de Jesús. Y eso es ser cristiano. Los comunistas nos robaron algunos valores cristianos (risas). Algunos, otros, un desastre lo que están haciendo.